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Juicio a los Principales Criminales de Guerra Alemanes

En Nuremberg, Alemania
21 de enero a 1 de febrero de 1946

Cuadragésimo Cuarto Día: Lunes, 28 de enero de 1946
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CUADRAGÉSIMO CUARTO DÍA

LUNES, 28 DE ENERO DE 1946

DUBOST (Acusación Francesa): Con la autorización del Tribunal, querría continuar con esta parte de la presentación del caso francés presentando una testigo que durante casi tres años vivió en campos de concentración alemanes.

EL PRESIDENTE: ¿Puede ponerse en pie? ¿Desea hacer el juramento en francés? ¿Puede decirme su nombre?

MADAME CLAUDE VAILLANT COUTURIER

LA TESTIGO: Claude Vaillant Couturier.

EL PRESIDENTE: Repita lo siguiente; juro hablar sin odio ni miedo, y decir la verdad y toda la verdad.

(La testigo repitió el juramento después de hablar el Presidente)

EL PRESIDENTE: Levante la mano derecha y diga "lo juro".

LA TESTIGO: Lo juro.

INTERROGATORIO

PREGUNTAS DEL Sr. DUBOST:

P: ¿Es usted la Señora Vaillant Couturier?

R: Sí.

P: ¿Es usted la viuda del Sr. Vaillant Couturier?

R: Sí.

P: ¿Nació usted en París el 3 de noviembre de 1912?

R: Sí.

P: ¿Es usted de nacionalidad francesa, nacida en Francia y de padres con nacionalidad francesa?

R: Sí.

P: ¿Es usted Diputada de la Asamblea Constituyente?

R: Sí.

P: ¿Es usted Caballero de la Legión de Honor?

R: Sí.

P: ¿La acaba de condecorar el General Leugentilhomme en los Invalides?

R: Sí.

P: ¿Fue usted arrestada y deportada? ¿Puede darnos su testimonio?

R: Fui arrestada el 9 de febrero de 1942 por la policía francesa de Pétain, que me entregó a las autoridades alemanas seis semanas después. Llegué el 20 de marzo a la prisión de la "Santé", en el sector alemán. Fui interrogada el 9 de junio de 1942. Al final de mi interrogatorio querían que firmara una declaración que no concordaba con lo que había dicho. Me negué a firmarla. El oficial que me había interrogado me amenazó, y cuando le dije que no temía la muerte ni ser fusilada, dijo: "Pero tenemos a nuestra disposición

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formas de matar que son mucho peores que un simple disparo". Y el intérprete me dijo: "No sabe lo que acaba de hacer. La van a llevar a un campo de concentración en Alemania. Nadie vuelve nunca de allí".

P: ¿La llevaron a prisión después?

R: Me llevaron de nuevo a la prisión de la Santé, donde me pusieron en prisión incomunicada. Sin embargo, pude ponerme en contacto con mis vecinos a través de las cañerías y las ventanas. Estaba en una celda al lado de la de George Politzer, el filósofo, y de la de Jacques Solomon, físico. El Sr. Solomon es el yerno del Profesor Langevin, un alumno de Curie, uno de los primeros que estudió la desintegración atómica.

George Politzer me dijo a través de las cañerías que durante su interrogatorio, después de torturarle, le preguntaron si escribiría panfletos teóricos para el nacionalsocialismo. Cuando se negó, se le dijo que le pondrían en el primer tren de rehenes a fusilar.

En cuanto a Jacques Solomon, también fue torturado horriblemente, y después arrojado a una celda, y sólo salió el día de su ejecución para despedirse de su mujer, que también estaba arrestada en la Santé. Helen Solomon Langevin me dijo en Romainville, donde me la encontré cuando salí de la Santé, que cuando fue hacia su marido, éste se lamentó y dijo: "No puedo abrazarte, porque ya no puedo mover los brazos".

Cada vez que los internos volvían de sus interrogatorios, se podían oir gemidos por las ventanas, y todos decían que no podían moverse.

Durante los cinco meses que estuve en la Santé se escogió varias veces a rehenes para fusilarlos. Cuando me marché de la Santé el 20 de agosto de 1942, me llevaron a la Fortaleza de Romainville, que era un campo de rehenes. Allí fui testigo en dos ocasiones del momento en que se llevaban a rehenes, el 21 de agosto y el 22 de septiembre. Entre los rehenes que se llevaron estaban los maridos de las mujeres que estaban conmigo, y los llevaron a Auschwitz. La mayoría murió allí. Estas mujeres habían sido arrestadas en su mayor parte simplemente por las actividades de sus maridos. Ellas no habían hecho nada.

P: ¿Cuándo la llevaron a Auschwitz?

R: Partí para Auschwitz el 23 de enero de 1943, y llegué allí el 27.

P: ¿Iba en un convoy?

R: Iba en un convoy de 230 mujeres francesas. Entre nosotras estaban Danielle Casanova, que murió en Auschwitz, Mai Politzer, que murió en Auschwitz, y Helene Solomon. Había algunas mujeres mayores...

P: ¿Cuál era su posición social?

R: Eran intelectuales y profesoras. Eran gente de todas las profesiones y condiciones sociales. Mai Politzer era doctora y era la mujer del filósofo George Politzer. Helene Solomon es la mujer del físico Solomon, e hija del Profesor Langevin. Danielle Casanova era cirujana dental y fue muy activa entre las mujeres. Fue ella la que organizó un movimiento de resistencia entre las esposas de prisioneros.

P: ¿Cuántas de las 230 volvieron?

R: 49. En el convoy había algunas mujeres mayores. Recuerdo a una que tenía 67 años y había sido arrestada porque tenía en su cocina la escopeta de su marido, que conservaba como recuerdo y no había declarado porque no quería que se la quitaran. Murió pasada una quincena en Auschwitz..

EL PRESIDENTE: Cuando dice que sólo volvieron 49, ¿quiere decir que sólo llegaron 49 a Auschwitz?

LA TESTIGO: No. Sólo 49 volvieron a Francia.

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También había lisiadas, entre ellas una cantante a la que le faltaba una pierna. Se la llevaron y la gasearon en Auschwitz.

También había una joven de dieciséis años, alumna de secundaria, Claudine Guerin, también murió en Auschwitz. También había dos mujeres que habían sido absueltas por el Tribunal Militar Alemán, Marie Alonzo y Marie-Thérèse Fleuri; murieron en Auschwitz.

Fue un viaje terrible. Íbamos 60 por vagón, y no se nos dio ni comida ni bebida durante el viaje. En las diversas paradas preguntábamos a los soldados loreneses de la Wehrmacht que nos vigilaban si llegaríamos pronto, y respondían: "Si supieran a dónde van, no tendrían ninguna prisa por llegar".

Llegamos a Auschwitz al amanecer. Se rompieron los sellos de nuestros vagones, y nos sacaron a golpes de culata de rifle, y nos llevaron al campo de Birkenau, una sección del campo de Auschwitz. Está en medio de una gran llanura, que estaba helada en el mes de enero. Durante esta parte del viaje tuvimos que arrastrar nuestro equipaje. Al entrar por la puerta, sabíamos muy bien qué escasas posibilidades teníamos de volver a salir. Ya nos habíamos encontrado con columnas de esqueletos vivientes que iban a trabajar, y al entrar cantamos La Marsellesa para mantener el valor.

Nos llevaron a un gran cobertizo, después a la estación de desinfección. Allí nos afeitaron la cabeza y nos tatuaron nuestro número de registro en el antebrazo izquierdo. Después nos llevaron a una sala grande para darnos un baño de vapor y una ducha fría.

A pesar del hecho de que estábamos desnudas, todo esto tuvo lugar en presencia de hombres y mujeres de las SS. Nos dieron ropas sucias y gastadas: un vestido de algodón y una chaqueta del mismo material.

Como todo esto llevó varias horas, pudimos ver desde las ventanas del bloque dónde estábamos, en el campo de los hombres, cómo llego una orquesta por la tarde. Estaba nevando y nos preguntábamos por qué tocaban. Después vimos que los capataces del campo estaban volviendo al campo. A cada capataz le seguían hombres que llevaban a los muertos. Como apenas podían caminar, todas las veces que se tropezaban los ponían de pie de nuevo a culatazos.

Después nos llevaron al bloque donde íbamos a vivir. No había camas, sólo literas de 2 por 2 metros, y teníamos que dormir nueve ahí sin ningún colchón, y la primera noche sin mantas. Permanecimos en bloques de este tipo durante varios meses. No podíamos dormir toda la noche, porque cada vez que una de las nueve se movía, y esto ocurría constantemente porque todas estábamos enfermas, molestaba a toda la fila.

A las 3 de la mañana nos despertaban los gritos de los guardias y a golpes de porras nos sacaban de nuestras literas para ir a pasar lista. Nada en el mundo podía librarnos de ir a pasar lista; incluso las que se estaban muriendo tenían que ser arrastradas allí. Teníamos que permanecer de pie en filas de cinco hasta el amanecer, es decir, hasta las siete o las ocho de la mañana en invierno, y cuando había niebla, a veces hasta el mediodía. Después los kommandos se iban a trabajar.

Sr. DUBOST:

P: Perdon, ¿puede describir el recuento?

R: En el recuento nos poníamos en filas de cinco, y esperábamos hasta el amanecer, hasta que las "Aufseherinnen", las guardias femeninas de uniforme, venían a contarnos. Tenían porras y nos golpeaban más o menos al azar.

Teníamos una camarada, Germaine Renaud, una maestra de Azay-Le-Rideau, Francia, a la que le rompieron el cráneo ante mis ojos con un golpe de porra durante el recuento.

El trabajo en Auschwitz consistía en sacar los escombros de casas demolidas, y en especial el secado de tierras pantanosas. Esto era de lejos el trabajo más duro, ya que pasábamos todo el día con los pies en el agua, y con el peligro de hundirnos. Con frecuencia

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teníamos que sacar a alguna camarada que se había hundido hasta la cintura. Durante el trabajo, los hombres y mujeres de las SS que nos vigilaban nos golpeaban con porras y nos tiraban los perros. Muchas de nuestras amigas terminaron con las piernas destrozadas por los perros. Incluso vi cómo a una mujer la hacían pedazos y moría ante mis propis ojos cuando Tauber, un miembro de las SS, azuzó su perro contra ella. Él sonrió al ver eso.

Las causas de muerte eran extremadamente numerosas. En primer lugar estaba la absoluta falta de instalaciones higiénicas. Cuando llegamos a Auschwitz, había un único grifo para 12.000 internas, con agua no potable y que no siempre funcionaba. Como este grifo estaba en la lavandería alemana, sólo podíamos llegar a él pasando por delante de las guardias, que eran prisioneras alemanas, y nos golpeaban horriblemente cuando pasábamos. Por tanto, era casi imposible lavarnos nosotras o nuestra ropa. Pasamos más de tres meses sin cambiarnos de ropa. Cuando nevaba, fundíamos algo de nieve para lavarnos. Más tarde, en primavera, cuando íbamos a trabajar bebíamos de charcos junto al camino y lavábamos nuestra ropa interior en ellos. Hacíamos turnos para lavarnos las manos en esta agua sucia. Compañeras nuestras morían de sed porque sólo recibíamos media taza de alguna infusión dos veces al día.

P: Por favor, describa en detalle uno de los recuentos de principios de febrero.

R: El 5 de febrero hubo lo que se llamaba un recuento general.

P: ¿En qué año ocurrió eso?

R: En 1943. A las 3:30 el campo entero...

P: ¿3:30 de la mañana?

R: Por la mañana, a las 3:30 despertaron a todo el campo y nos enviaron a la llanura, cuando normalmente el recuento tenía lugar dentro del campo, aunque a la misma hora. Permanecimos fuera, enfrente del campo, en la nieve, hasta las cinco de la tarde sin recibir comida. Después, cuando se dio la señal, tuvimos que pasar por la puerta uno por uno, y nos daban en la espalda con una porra, a cada una de nosotras, para hacernos correr. A las que no podían correr por ser demasiado viejas o estar demasiado enfermas, las cogieron con un gancho y las llevaron al Bloque 25, el "bloque de espera", para después ir a la cámara de gas.

Ese día, 10 de las mujeres francesas de nuestro convoy fueron seleccionadas de esta forma y llevadas al bloque de espera.

Cuando todas los internas estaban de vuelta en el campo, se organizó un grupo al que me añadieron para ir a recoger los cuerpos de las muertas, que estaban esparcidos por la llanura como en un campo de batalla. Llevamos al patio del Bloque 25 tanto a las muertas como a las que estaban muriéndose, sin distinción, y allí quedaron amontonadas, en el patio.

Conozco muy bien este Bloque 25, que era la antesala de la cámara de gas, si se le puede llamar así, porque en aquel tiempo nos habían transferido al Bloque 26 y nuestras ventanas daban al patio del Bloque 25. Se podían ver pilas de cadáveres amontonados en el patio, y de vez en cuando se movía alguna mano o alguna cabeza entre los cuerpos, tratando de liberarse; era una mujer agonizante que intentaba liberarse y vivir.

La tasa de mortalidad en ese bloque era aún más terrible que en el resto porque, habiendo sido condenadas a muerte, recibían comida o bebida sólo si quedaba algo en las latas de la cocina, lo que quería decir muy frecuentemente que pasaban varios días sin una gota de agua.

Una de nuestras compañeras, Annette Epaux, una hermosa joven de treinta años, al pasar por delante del bloque un día, se vio dominada por sentimientos de piedad hacia esas mujeres, que gemían desde la mañana hasta la noche en todos los idiomas: "¡bebida, bebida, agua!". Volvió a nuestro bloque para coger algo de infusión, pero al pasarlo a través de los barrotes de la ventana, la vio la Aufseherin, que la cogió del cuello y la tiró al Bloque 25.

Recordaré toda mi vida a Annette Epaux. Dos días después la vi en el camión que llevaba a los internos a la cámara de gas. Tenía sus brazos

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en torno a otra mujer francesa, la anciana Clina Forcher, y cuando el camión comenzó a moverse, gritó: "piensa en mi hijo pequeño si alguna vez vuelves a Francia". Después comenzaron a cantar La Marsellesa.

En el Bloque 25 había en el patio ratas tan grandes como gatos, corriendo por allí y royendo los cadáveres, e incluso atacando a las que se estaban muriendo que no tenían suficientes fuerzas para espantarlas.

Otra causa de muerte y epidemias era el hecho de que se nos daba la comida en grandes platos de campaña rojos que después de cada comida simplemente eran enjuagados con agua fría. Como todas las mujeres estábamos enfermas y no teníamos fuerzas durante la noche para salir a la trinchera que se usaba como servicio, y cuyo acceso estaba más allá de toda descripción, usaban estos recipientes con fines para los que no estaban previstos. Al día siguiente se recogían los platos de campaña y se llevaban a una pila de residuos. Durante el día otro equipo se encargaba de recogerlos, lavarlos en agua fría, y volverlos a utilizar.

Otra causa de muerte era el problema de los zapatos. En la nieve y el barro de Polonia los zapatos de cuero terminaban totalmente gastados en una o dos semanas. Por tanto, nuestros pies estaban helados y cubiertos de llagas. Teníamos que dormir con nuestros zapatos embarrados puestos para que no nos los robaran, y cuando llegaba la hora de pasar lista, se podían oír gritos angustiados que decían: "Me han robado los zapatos". Entonces había que esperar a que se hubiera vaciado todo el bloque para mirar debajo de las literas en busca de zapatos abandonados. A veces encontrabas dos zapatos del mismo pie, o un zapato y un zueco. Se podía ir al recuento de esa manera, pero era una tortura adicional durante el trabajo porque se formaban llagas en los pies que se infectaban rápidamente por falta de cuidados. Muchas de nuestras compañeras iban a la "Revier" porque tenían llagas en los pies y las piernas y nunca volvían.

P: ¿Qué hacían a las internas que iban al recuento sin zapatos?

R: Las internas judías que iban sin zapatos eran llevadas de inmediato al Bloque 25.

P: ¿Después las gaseaban?

R: Las gaseaban por cualquier motivo. Sus condiciones eran además absolutamente atroces. Mientras en nuestro caso nos amontonaban a ochocientas en un bloque, pudiendo apenas movernos, en su caso había mil quinientas en un bloque de dimensiones similares, por lo que muchas de ellas no podían dormir en toda la noche o ni siquiera tumbarse.

P: ¿Puede hablarme de la "Revier"?

R: Para llegar a la "Revier" había que ir primero al recuento. Cualquiera que fuera el estado...


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