The Nizkor Project: En Memoria del Holocausto (Shoah)

Nuremberg, crimenes de guerra, crimenes contra la humanidad

Juicio a los Principales Criminales de Guerra Alemanes

En Nuremberg, Alemania
12 de marzo a 22 de marzo de 1946

Octogésimo Segundo Día: Viernes, 15 de marzo de 1946
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Sr. JUEZ JACKSON: El problema que tiene eso, creo, es que un acusado puede ser condenado por unos cargos, pero no por otros. Eso requeriría ahora presentar pruebas que se estudiarán para la sentencia, y dos tercios de esas pruebas podrían ser irrelevantes porque no se le condenó por determinados cargos.

Es posible que tenga la tendencia a favorecer el procedimiento que conozco, o que al menos se ha de suponer que conozco. En nuestro procedimiento, primero se juzga la culpabilidad. La sentencia es un asunto separado, que se determina tras el veredicto. Supongo que esa debería ser la forma lógica de proceder aquí. Y entiendo que esto, y creo que el Dr. Stahmer confirma mi punto de vista, esto no se ha presentado en relación a la sentencia. No creo que considere haber llegado ya a ese punto.

Dr. STAHMER: ¿Puedo comentar brevemente la cuestión legal? Se sostiene, o al menos esta parte afirma, que organizando grupos de partisanos se cometieron violaciones del Derecho Internacional en Francia. La lucha contra estas acciones que no se ajustaban al Derecho Internacional sólo podía llevarse a cabo por medio de represalias, como acaba de señalar muy correctamente el Sr. Juez Jackson. Es correcto que hubo ciertas razones para la aplicación de represalias, pero en mi opinión es cuestionable si...

EL PRESIDENTE: ¿Me permite preguntarle si está de acuerdo con que las condiciones que expuso el Sr. Juez Jackson se expusieron correctamente?

Dr. STAHMER: Sí, pero aquí tenemos que analizar, en mi opinión, una situación de emergencia, causada por una conducta que no respetaba el Derecho Internacional, una guerra partisana. Este hecho justificó que los Comandantes de Ejército tomaran medidas generales para erradicar estas condiciones creadas ilegalmente. Por tanto, en cualquier caso, estos hechos son importantes para determinar el veredicto.

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EL PRESIDENTE: El Tribunal no se propone escuchar a un número ilimitado de abogados de la defensa, pero veo que el Dr. Exner está allí, y estamos preparados para escuchar la opinión de otro abogado, si este abogado lo desea, el Dr. Exner.

Dr. EXNER (abogado del acusado Jodl): Con la venia, ciertamente estamos todos interesados en la cuestión de las represalias, y querría decir unas pocas palabras.

He enseñado Derecho Internacional durante diez años en la universidad, y creo que sé un poco. Las represalias son uno de los conceptos más disputados del Derecho Internacional. Se puede decir que sólo hay una certeza absoluta en un punto, ese punto que ha mencionado primero el Sr. Juez Jackson: "se prohiben las medidas de represalia contra prisioneros de guerra". Todo lo demás es materia de debate, y en absoluto válido como Derecho Internacional. No es correcto decir que es la práctica general en todos los Estados, y por tanto Derecho Internacional válido, que una protesta es un requisito previo para la toma de represalias. Tampoco es correcto decir que tiene que haber una conexión, según se ha dicho, razonable. Se ha afirmado que tiene que haber una relación en el tiempo y, sobre todo, una proporcionalidad entre el quebrantamiento del Derecho Internacional amenazado y el realmente cometido. Hay expertos en Derecho Internacional que afirman, y es así, que sería de desear una proporcionalidad en todos los casos. Pero en el Derecho Internacional vigente, en el sentido de que se ha llegado a algún acuerdo a tal efecto o se ha convertido en la costumbre legal internacional, no es el caso. Por tanto, se tendrá que decir, en base al quebrantamiento del Derecho Internacional por la otra parte, que bajo ninguna circunstancia podemos llevar a cabo una guerra de represalias contra prisioneros de guerra, mientras que cualquier otra forma de represalia es admisible.

Quería simplemente declarar en términos generales, y quizás hasta podría decir, que se ha afirmado que en este momento no deberíamos hablar de los atenuantes. Querría recordarle al Tribunal que sólo se nos permite una intervención, y si en este discurso, que tiene lugar antes de que se haya dictado sentencia sobre la culpabilidad, no se nos permite hablar de atenuantes, no tendremos ninguna otra oportunidad de hablar de ello en absoluto.

EL PRESIDENTE: El Tribunal se retira a deliberar.

(Se hizo un receso).

EL PRESIDENTE: El Tribunal ha decidido que el testimonio es admisible para tratar la cuestión de las represalias, y el peso que se debería dar a este testimonio o a otros similares se reservará para una consideración en el futuro.

Dr. STAHMER:

P: ¿Puede por favor continuar?

R: Creo que las declaraciones que voy a hacer respetarán las condiciones que el Sr. Juez Jackson ha solicitado; es decir, no niego de ninguna manera que ocurrieron cosas que pueden ser acaloradamente debatidas en el marco del Derecho Internacional. También ocurrieron otras cosas que bajo cualquier circunstancia han de ser consideradas excesos. Sólo quería exponer cómo ocurrió, no desde el punto de vista del Derecho Internacional hacia las represalias, sino sólo considerándolo desde el sentimiento del soldado amenazado, que se veía entorpecido en la ejecución de su misión, no por tropas regulares en combate abierto, sino por partisanos actuando en su retaguardia.

De todas estas cosas, que no tengo que seguir tratando, surgió esta animadversión que llevó espontáneamente, o en ciertos casos porque lo requería la emergencia y las necesidades del Estado, a estos excesos parciales cometidos aquí y allá por las tropas.

Hay que situarse en ese periodo de agitados combates. Hoy, con el paso de los años, en un tranquilo análisis de los fundamentos legales, estas cosas suenan muy difíciles e incluso incomprensibles. Expresiones pronunciadas en el

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momento de ira, hoy, sin una comprensión de la situación, suenan bastante diferentes. Mi única intención era describirle por un momento al Tribunal esa atmósfera en la que, y debido a, esas acciones, incluso aunque no siempre pudieran ser excusadas, parecerían comprensibles, y que en una situación similar podrían ser cometidas por otros. Esa fue y es mi respuesta a la pregunta de por qué las condiciones en Francia requirieron dos fases totalmente diferentes de la guerra. La primera: el combate convencional, del que ya he terminado de hablar. La segunda: esa lucha que no era llevada a cabo por tropas regulares, sino por aquellos que se ocultaban en la clandestinidad, que siempre ha provocado diferentes crueldades y excesos, diferentes de los de un combate militar convencional. En estos casos suele ocurrir que se dén situaciones individuales, cometidas por individuos o grupos de tropas, que los mandos no siempre pueden controlar o quizás contener.

P: ¿Qué medidas tomaron las autoridades de ocupación alemanas en Francia para ayudar a la agricultura francesa durante la ocupación?

R: Puedo responder muy brevemente, y remitirles al testimonio del testigo Körner, cuyo testimonio no puedo más que confirmar. Con eso quiero decir que en Francia se promovió enormemente la agricultura y se incrementó durante el periodo de ocupación. Un gran número de terrenos no cultivables o a los que no se les había dado un buen uso agrícola fueron aprovechados; otros terrenos, a través de un aumento del uso de fertilizantes u otros medios de cultivo, incrementaron su productividad.

No conozco informes específicos sobre lo que se hizo y con cifras que muestren un aumento de la producción agrícola durante los años de ocupación, y sólo podrían proporcionarlos los expertos responsables de esto.

P: ¿Cuáles fueron las razones que llevaron a la introducción de los marcos de ocupación en los países ocupados?

R: Una medida que posiblemente ha sido introducida por toda potencia de ocupación para regular la circulación de dinero, mantenerla dentro de límites correctos y conservar la moneda del país en un cierto nivel, similar al procedimiento que hoy se sigue en todas las zonas ocupadas de Alemania.

P: El documento 141-PS es un decreto suyo promulgado el 15 de noviembre de 1940 en el que usted definió una normativa aplicable a las obras de arte llevadas al Louvre. ¿Conoce este derecreto o debería entregárselo?

R: Recuerdo claramente este documento, ya que ha tenido importancia aquí. Estas obras al principio se llevaron al Louvre y después a la sala de exposiciones llamada, creo, la "Salle du Jeu de Paume". Se trataba de obras que habían sido confiscadas al ser propiedades judías, es decir, propiedades sin dueño, ya que sus dueños habían abandonado el país. Yo no di esta orden, no la conocía, era un decreto del Führer. Cuando estuve en París supe de esto y me enteré también de que la intención era que estas obras de arte fueran trasladadas, si tenían valor museístico, a un museo en Linz que el Führer estudiaba construir. Personalmente, admito esto abiertamente, estaba interesado en que no todo fuera al sur de Alemania. Decidí mucho tiempo antes, e informé al Ministro de Hacienda de ello, que después de la guerra, o en algún otro momento que yo considerara oportuno, fundaría una galería de arte con las obras de arte que ya tenía en mi poder antes de la guerra, obtenidas a través de compras, regalos, o herencias, para dárselas al pueblo alemán. Además, tenía planeado que esta galería se organizara según planes muy distintos a los seguidos habitualmente en los museos. Los planos de construcción de esta galería, que se iba a construir como un anexo al Karinhall, en el gran bosque de Schorfheide, y en el que las obras de arte se exhibirían de acuerdo con su contexto histórico y antigüedad para reproducir la atmósfera adecuada, estaban listos, y no se pudieron llevar a cabo simplemente por el estallido de la guerra. Incluía pinturas, esculturas, tapices, artesanía, que se mostrarían de acuerdo con su época. Después, cuando vi las cosas que había en la Salle du Jeu de Paume y me enteré

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de que la mayor parte iba a ir a Linz, y de que estos objetos que se consideraban de valor museístico tendrían una función subordinada, admito que mi pasión de coleccionista sacó lo mejor de mi, y dije que si se confiscaban estas cosas, al menos querría adquirir una pequeña parte para poder incluirlas en esta galería del norte de Alemania que yo construiría.

El Führer lo aceptó pero con una condición, que él vería al menos las fotografías de los objetos que yo quería adquirir. En muchos casos, por supuesto, lo que ocurrió es que él quería reservarse esos tesoros artísticos para sí mismo, es decir, no para él sino para su museo en Linz, y tuve que devolvérselos. Sin embargo, yo quería desde el principio hacer una clara distinción, ya que tenía intención de pagar por los objetos que quería tener en la galería que estaba construyendo. Por tanto, ordené que un experto en arte, además no alemán, sino francés, era un profesor cuyo nombre no recuerdo y con el que nunca hablé, evaluara esas obras. Yo entonces consideraría si el precio era demasiado alto para mi, o si ya no estaba interesado, o si estaba dispuesto a pagar ese precio. Una parte, la primera parte, se trató de esa manera, pero después se paró todo porque algunos de estos objetos fueron enviados aquí y allá, es decir, volvieron al Führer y no me los quedé yo, y no se iba a hacer el pago hasta que se aclarara la cosa. En este decreto, que denominé un "decreto preliminar", y que el Führer habría tenido que aprobar, destaqué que yo pagaría parte de las obras, y que las que no tuvieran valor museístico se venderían en una subasta para negocios franceses o alemanes, o a quien quisiera participar en la venta; y que los ingresos obtenidos, siempre y cuando hubiera sido algo pagado y no confiscado, irían a manos de las familias de víctimas francesas de la guerra. Pregunté repetidas veces dónde debía enviar este dinero, y me dijeron que en cooperación con las autoridades francesas, habría que abrir una cuenta bancaria. El dinero estuvo siempre disponible en mi banco hasta el final. Un día, cuando volví a preguntar, recibí una respuesta sorprendente. Me respondieron que el Tesorero del Reich del Partido no quería que se pagara este dinero. Respondí de inmediato, y mi secretario puede verificarlo bajo juramento, que no podía entender en absoluto qué tenía que ver en este asunto el Tesorero del Reich del Partido, y que quería saber cuál era la cuenta francesa a la que se podía transferir este dinero. En este caso el Partido, es decir, el Tesorero del Reich, no tenía ninguna autoridad que le permitiera impedirme pagar, ya que yo quería hacer el pago. Incluso después de que se volviera a ocupar Francia, volví a preguntar cuál era la cuenta a la que podía remitir la cantidad reservada para esto.

Resumiendo y para terminar, quiero declarar lo siguiente: de acuerdo con un decreto, consideraba que estos objetos habían sido confiscados por el Reich. Por tanto, consideré que tenía derecho a adquirir algunos de estos objetos, en especial dado que nunca oculté el hecho, ni al Ministro del Reich de Hacienda ni a ninguna otra persona, de que estas obras de arte que tenían valor museístico, al igual que las que antes he dicho que ya tenía en mi poder, estaban siendo reunidas para la galería que he descrito anteriormente.

En cuanto al intercambio, también querría aclarar este asunto. Entre las pinturas confiscadas había algunas de estilo moderno, pinturas que personalmente rechazo y que siempre he rechazado. Sin embargo, me dijeron que tenían salida en el mercado artístico francés. Por ello, dije que por mi parte, también se podían tasar y ofrecer esos cuadros para intercambiarlos por obras de maestros clásicos, en las que sí estaba interesado. Nunca ejercí ninguna presión en este sentido. Estaba sólo preocupado por si el precio que me iban a pedir iba a ser demasiado alto, ya que entonces no entraría en negociaciones, pero, al igual que en toda compraventa de arte, si la oferta era adecuada, investigaría

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la autenticidad de lo ofrecido. Esto en cuanto al intercambio: nunca ejercí ninguna presión bajo ninguna circunstancia.

Más adelante, después de haber adquirido estos objetos, lógicamente usé algunos de ellos, así como algunos de mi propiedad, para comerciar con museos. En otras palabras, si algún museo estaba interesado en uno de estos cuadros y yo estaba interesado, para mi galería, en un cuadro en poder de este museo, hacíamos un intercambio. Estos intercambios también se hicieron con marchantes de arte del extranjero. Esto no se limitó a cuadros y obras de arte de las adquisiciones de ese momento, sino en general incluyó también obras adquiridas en el mercado libre, en Alemania, Italia, u otros países, o que estaban en mi poder desde tiempo atrás.

En este momento querría añadir que, independientemente de la adquisición, y me estoy refiriendo a la "Jeu de Paume", donde se encontraban estos objetos confiscados, yo había adquirido obras de arte en el mercado libre en Francia, así como en otros países, antes y después de la guerra, y podría decir más bien que fue durante la guerra. Podría añadir que con frecuencia ocurría lo siguiente: iba a Roma, o a Florencia, o a París, o a Holanda, y si la gente se enteraba con antelación de que iba, en breve tiempo me encontraba con una pila de ofertas por escrito, procedentes de todas partes, tanto de marchantes de arte como de coleccionistas privados. Y aunque la mayor parte no eran genuinas, algunas de las obras ofrecidas eran interesantes y buenas, y he adquirido varias obras en el mercado libre. Al principio eran especialmente coleccionistas privados los que me hacían ofertas muy frecuentemente. Querría destacar que en París solían engañarme. En cuanto se sabía que era para mi, el precio aumentaba entre un 50 y un 100 por cien. Eso es todo lo que tengo que decir brevemente y para concluir este asunto.

P: ¿Tomó usted medidas de protección de galerías de arte y monumentos franceses?

R: Querría hablar primero no de los tesoros artísticos franceses del Estado, es decir, los que estaban en poder de los museos estatales. No confisqué ni un solo objeto, ni me llevé nada de ninguna manera de los museos del Estado, con la excepción de dos contratos con los que se acordó un intercambio con el Louvre de manera totalmente voluntaria, intercambié una estatua conocida en Historia del Arte como "La Belle Allemande", una estatua de madera tallada originaria de Alemania, por otra estatua de madera alemana que tenía en mi poder desde muchos años antes de la guerra, y dos cuadros, un intercambio como los que solía hacer antes de la guerra con otros museos aquí y que es algo habitual entre museos. Además, siempre he ordenado a todas las autoridades que hagan todo lo posible para proteger obras de arte de la destrucción por bombas u otros daños debidos a combates. Recuerdo que cuando los directores del Louvre me dijeron que la mayoría de los objetos habían sido trasladados a las salas del Castillo del Loira, dije que estaba dispuesto, si me lo pedían y si se veía necesario por el aumento de los bombardeos, a ayudar a salvaguardar estos objetos en lugares indicados por ellos, ya que se quejaron de las dificultades de transporte.

Ahora quiero hablar de los monumentos, con esto me refiero a los edificios, iglesias y otros monumentos, todo aquello de carácter inmueble. Querría decir que quizás a veces di alguna orden que contradecía mis deberes puramente militares, porque dije insistente y enérgicamente a mis aviadores que las catedrales góticas de las ciudades francesas debían ser protegidas y no atacadas fueran cuales fuesen las circunstancias. Incluso en los casos en que hubiera concentraciones de tropas en esos lugares y se tuvieran que hacer ataques, se debían usar principalmente los bombardeos de precisión de los Stukas. Todo francés que viviera aquellos tiempos confirmará que se dio una peculiar situación en Amiens, Rouen, Chartres y otras ciudades: las catedrales, esos monumentos de la máxima importancia y belleza, se salvaron, e intencionadamente, a diferencia de lo que pasó después en Alemania. Se rompieron algunas vidrieras en las catedrales, debido a las detonaciones de las bombas; las vidrieras más importantes,

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sin embargo, habían sido retiradas previamente, gracias a Dios. Que yo recuerde, la catedral pequeña de Bouvais fue víctima de los bombardeos de los edificios vecinos, mientras que la catedral grande sigue en pie. El Gobierno Francés me mostró repetidas veces su agradecimiento por esto. No tengo nada más que comentar sobre ese punto.


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