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Juicio a los Principales Criminales de Guerra Alemanes

En Nuremberg, Alemania
2 de febrero a 13 de febrero de 1946

Quincuagésimo Día: Lunes, 4 de febrero de 1946
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P: Sr. van der Essen, usted es historiador; ha enseñado a estudiosos; por tanto, está acostumbrado a someter las fuentes de la Historia a críticas. ¿Puede decir que su investigación no deja ninguna duda para usted de que estas atrocidades revelan que había un plan general y que indudablemente oficiales superiores dieron instrucciones?

R: Creo que puedo afirmarlo. Estoy muy convencido de que hubo un plan general.

P: Querría hacerle una última pregunta: creo que entendí que usted nunca fue arrestado o molestado en particular por los alemanes. Querría saber si considera que un hombre libre, contra el que la administración o la policía alemanas no tenían nada en particular, podía durante la ocupación nazi alemana llevar una vida de acuerdo con el concepto que un hombre libre tiene de su dignidad.

R: Bien, aquí me tienen, ante ustedes. Peso exactamente 67 kilos, mi estatura es un metro 67 centímetros. Según mis colegas de la Facultad de Medicina, es bastante normal. Antes del 10 de mayo de 1940, antes de que los aviones de la Luftwaffe llegaran de repente sin declaración de guerra y esparcieran la muerte y la desolación por Bélgica, pesaba 82 kilos. Esta diferencia es sin duda resultado de la ocupación. Pero no quiero entrar en consideraciones personales o entrar en detalles de carácter general o de un carácter teórico o filosófico. Querría simplemente relatarles, no llevará más de dos minutos, un día típico del belga medio durante la ocupación.

Escojo un día de invierno de 1943: A las seis de la mañana suena el timbre de la puerta. Lo que uno piensa primero, realmente todos pensábamos siempre esto, es que es la Gestapo. No es la Gestapo. Es un Stadt Gendarme que ha venido a decirme que hay una luz encendida en mi despacho y que debido a las necesidades de la ocupación debo tener cuidado con esto de ahora en adelante. Pero ahí queda el shock nervioso.

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A las 7:30 llega el cartero y me trae las cartas; le dice a la criada que quiere verme en persona. Bajo las escaleras y el hombre me dice: "Sabe, profesor, soy miembro del ejército secreto y me he enterado de algo. Los alemanes tienen intención de arrestar hoy a las 10 a todos los antiguos soldados del Ejército Belga que hay en la región. Su hijo debería desaparecer de inmediato". Corro escaleras arriba y despierto a mi hijo. Le hago preparar sus cosas y le envío al lugar adecuado. A las 10 cojo el tranvía a Bruselas. Pocos kilómetros después de salir de Lovaina el tranvía se para. Una patrulla de la policía militar nos hace bajar y nos alinea, sin importar nuestro estatus social o posición, frente a un muro, con los brazos levantados y mirando al muro. Se nos registra cuidadosamente, y al no encontrar ni armas ni papeles comprometedores de ninguna clase, se nos permite volver al tranvía. Pocos kilómetros más adelante el tranvía se para por una multitud que le impide continuar. Veo a varias mujeres llorando, hay gritos y lamentos. Hago averiguaciones y me dicen que los hombres del pueblo se han negado a hacer trabajos forzados y la Policía de Seguridad había planeado arrestarlos la noche pasada. Ahora se llevan a un anciano de 82 años y a una joven de 16, haciéndoles responsables de la desaparición de los hombres jóvenes.

Llego a Bruselas para asistir a una reunión de la Academia. La primera cosa que me dice el Presidente es: "¿Se ha enterado de lo que ha pasado? Dos de nuestros colegas fueron arrestados ayer en la calle. Su familia está en un estado terrible. Nadie sabe dónde están". Voy a casa por la noche y nos paran por el camino tres veces, una para buscar terroristas, que dicen que han huido, las otras veces para ver si nuestros papeles están en regla. Finalmente llego a casa sin que me haya ocurrido nada grave a mi.

Podría decir aquí que sólo a las 9 de la noche podemos tener un suspiro de alivio, cuando giramos el dial de nuestra radio y escuchamos esa voz tranquilizadora que oímos todas las noches, la voz de Francia en Lucha: "Hoy es el día centésimo nonagésimo octavo de la lucha del pueblo francés por su liberación", o la voz de Victor Delabley, esa noble figura de la radio belga en Londres, que siempre acababa diciendo: "Valor, pronto acabaremos con ellos, con los boches". Esa era la única cosa que nos permitía respirar e ir a dormir por la noche.

Eso era un día típico, el día normal de un belga medio durante la ocupación alemana. Y pueden entender que difícilmente pudiéramos considerar a aquella época el reino de la alegría y la felicidad que se nos prometió cuando las tropas alemanas invadieron Bélgica el 10 de mayo de 1940.

P: Disculpe, Sr. van der Essen. La única satisfacción que usted tenía era escuchar la radio de Londres. Supongo que esto era castigado con alguna pena dura si le cogían.

R: Sí, suponía prisión.

Sr. FAURE: Gracias.

EL PRESIDENTE: ¿Ha terminado, Sr. Faure?

Sr. FAURE: No hay más preguntas, Sr. Presidente.

EL PRESIDENTE: ¿General Rudenko?

GENERAL RUDENKO: No tengo preguntas.

(La acusación británica no hizo preguntas).

EL PRESIDENTE: ¿Quiere algún abogado de la defensa hacer alguna pregunta?

PROFESOR FRANZ EICNER (abogado del acusado Jodl):

P: Ha hablado de la biblioteca de la Universidad de Lovaina. Querría preguntarle algo: ¿estuvo usted en Lovaina mientras las dos baterías disparaban a la biblioteca en 1940?

R: No estaba en Lovaina, pero le diré esto: Lovaina estaba en la línea K.O., es decir, en la misma línea del frente, y las autoridades militares británicas habían obligado a la población de Lovaina a evacuar la ciudad el 14, así que casi todos los habitantes de Lovaina se habían marchado en el momento en el que estos hechos tuvieron

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lugar, y sólo se quedaron atrás paralíticos y personas enfermas que no podían ser transportadas y que se habían ocultado en sus sótanos; pero lo que dije sobre estas baterías lo sé por el interrogatorio de los dos testigos que estaban en el lugar, justo a las afueras de Lovaina. La biblioteca no se incendió desde dentro, sino que fue bombardeada desde fuera. Y estos testigos de los que hablo vivían en estos dos pueblos fuera de la ciudad donde estaban ubicadas las baterías.

P: ¿Quedaban aún tropas belgas o británicas en la ciudad?

R: Las tropas belgas ya no estaban allí. Habían sido reeemplazadas por las tropas británicas cuando los británicos tomaron el sector, y el momento en el que se vio que la biblioteca estaba ardiendo, las primeras llamas se vieron la noche del 16 al 17 a las 13 horas [sic], las tropas británicas ya se habían marchado. Quedaban sólo unos pocos tanques que estaban realizando un movimiento de retirada. Hacían algún disparo ocasional para dar la impresión de que el sector aún estaba ocupado por el Ejército Británico.

P: Entonces aún había tropas británicas en la ciudad cuando comenzó el bombardeo.

R: Ya no quedaban tropas británicas, sólo había unos pocos tanques en las colinas de las afueras de Lovaina, en dirección a Bruselas, unos pocos tanques que, como he dicho, estaban llevando a cabo maniobras necesarias para la retirada.

Querría añadir unas pocas palabras y decirle al honorable abogado de la defensa que según los testimonios de personas que estaban en la biblioteca, los conserjes, nunca puso el pie ni un solo soldado británico en los edificios de la biblioteca.

P: Eso no es sorprendente. ¿En el momento en el que las baterías alemanas estaban disparando, habían aún baterías británicas o belgas disparando?

R: No.

P: Así que todo estaba tranquilo en la ciudad de Lovaina; las tropas se habían marchado; el enemigo aún no estaba allí, y las baterías no disparaban.

R: Esa fue la paradójica situación de Lovaina; hubo un momento en el que los británicos se habían marchado y los alemanes aún no habían llegado, y sólo quedaban los pocos enfermos, los pocos paralíticos que no pudieron ser trasladados y que dejaron en los sótanos. Se quedaron otras pocas personas: el Jefe de Bomberos y Monseñor van Wayenberg, el Rector de la Universidad, que habían traído a los muertos y moribundos de Bruselas a Lovaina en el camión de bomberos, haciendo el viaje varias veces. También estaba mi colega el Profesor Kennog, miembro de la Facultad de Medicina, que había asumido la dirección de la ciudad.

P: ¿Sabe dónde estaban ubicadas las baterías alemanas?

R: Sí, por supuesto. Una estaba en Corbek y la otra en Lovengule, una en el lado oeste y la otra en el lado norte. Los únicos impactos de artillería en la torre de la biblioteca fueron cuatro disparos hechos desde el lado oeste, y siete hechos desde el lado norte. Si hubiera habido baterías británicas o belgas, los proyectiles habrían venido de los lados opuestos.

P: ¿Puede decirme algo del calibre de estas baterías?

R: Sí, conservamos los proyectiles y hoy en día están en la Biblioteca de Lovaina, o mejor dicho, en lo que se usa como biblioteca de la Universidad. Hay cuatro proyectiles, y dos o tres fragmentos de proyectiles.

P: ¿Y sabe el nombre del campesino al que se supone que un oficial alemán preguntó si esa era realmente la Universidad de Lovaina?

R: Sí, claro, su nombre es Sr. Vigneron.

P: ¿Conoce al campesino? ¿Lo conoce en persona?

R: No lo conozco personalmente. Fue el bibliotecario de la Universidad en el que habló con él y el que hizo que la Comisión de Crímenes de Guerra interrogara a este campesino.

P: Pero usted es miembro de esa Comisión, ¿no?

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R: Sí. Puedo declarar que no tomé parte directamente en la investigación sobre la Biblioteca de Lovaina, y Monseñor el Rector y el bibliotecario no participaron activamente en la investigación sobre la Biblioteca de Lovaina. Fue hecha por un funcionario de la delegación judicial que actuó sólo y de manera muy independiente a las órdenes del Fiscal de Lovaina, y nosotros no nos ocupamos del asunto.

P: ¿Ha visto los archivos oficiales de esta Comisión?

R: Sí, por supuesto.

P: Me sorprende que no se hayan traído aquí. Dígame, ¿por qué el director de la biblioteca o la persona directamente a cargo de ella no acudió al alcalde o al comandante de la ciudad tras la ocupación de la ciudad?

R: Creo que no entiendo muy bien la pregunta.

P: Cuando llegó el Ejército Alemán, se nombró a un Comandante de Ciudad. ¿Por qué el alcalde de la ciudad o el director de la biblioteca universitaria no acudieron al Comandante de la Ciudad para decirle estas cosas?

R:¿Por qué no le dijo estas cosas? Por la muy simple razón de que en aquel momento todo estaba en un completo desorden y apenas quedaba nadie en la ciudad, y por otro lado, tan pronto como llegó el Ejército Alemán, cerró sistemáticamente la entrada de la biblioteca, para que los belgas no pudieran investigar nada. Después llegaron dos comisiones de investigación alemanas a la escena de los hechos. La primera trabajó el 26 de mayo de 1940 con un experto, el Profesor Kellerman de la "Technische Hochschule" de Aix-la-Chapelle, acompañado de un hombre del Partido con camisa parda. Examinaron lo que quedaba y citaron como testigos al Rector de la Universidad y al bibliotecario. Desde el principio de la investigación quisieron obligar al Rector y al bibliotecario a declarar y admitir que fueron los británicos los que incendieron la biblioteca. Y como prueba este experto mostró carcasas de proyectiles diciendo: "Huelan esto, huele a gasolina y eso demuestra que se usaron productos químicos para incendiar la biblioteca", a lo que el Rector y el bibliotecario de la Universidad respondieron diciendo: "¿Dónde ha encontrado este proyectil?" "En tal y tal sitio". "Cuando pasamos por allí", dijo el Rector, "no estaba allí". Lo había colocado allí el experto alemán. Y añadiré si me lo permiten, porque es de una gran importancia, que una segunda comisión de investigación vino en agosto de 1940, presidida por un hombre muy distinguido, el Obergerichtsrat von Boist. Lo acompañaba esta vez el experto que había dirigido la investigación sobre el incendio del Reichstag. Esta comisión volvió a examinar todo, y delante del Rector y otro testigo, Krebs, de la abadía benedictina de Mont-Cesar, se rieron de las conclusiones de la primera comisión y dijeron que eran ridículas.

La segunda comisión, presidida por el Obergerichtsrat von Boist, asistido por el experto que había examinado la cuestión del incendio del Reichstag, declaró ante testigos belgas abiertamente que las conclusiones de la primera comisión eran ridículas.

P: Ha dicho que el edificio de la biblioteca tenía torres. ¿Sabe si había observadores de artillería en estas torres?

R: ¿Me pregunta si había observadores de artillería? Todo lo que puedo decir es que el Rector siempre se opuso a esto, desde el principio, y sin duda se habría opuesto a cualquier intento de esta clase, sabiendo que la presencia de observadores de artillería en la torre daría obviamente al enemigo una razón para disparar contra la biblioteca. El Rector sabía esto y siempre me decía, "Tenemos que estar muy atentos y asegurarnos de que ni los soldados británicos ni otros que puedan tomar el sector suban a la torre". Sé por las declaraciones del conserje que ningún soldado británico subió a la torre. Es absolutamente cierto. En cuanto a los belgas, debo confesar que no puedo responder a su pregunta, ya que no lo sé.

P: En realidad no sería tan sorprendente que la biblioteca de la Universidad recibiera impactos de artillería alemana. A fin de cuentas, las bibliotecas de las

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Universidades de Berlín, Leipzig, Munich, Breslau, Würzburg, Colonia, etc., han recibido impactos.

R: No entiendo la pregunta.

P: Lo que dije es que no es, no sería tan sorprendente que la biblioteca de la Universidad hubiera sido atacada por el enemigo. Durante esta guerra las bibliotecas universitarias de Berlín, Leipzig, Munich, Breslau, Würzburg, Colonia y otras ciudades también han sido atacadas. La cuestión es si esto se hizo deliberadamente, y se me ocurre que el campesino...

R: El campesino...

P: Querría preguntarle, ¿hubo alguna mención en estas investigaciones al motivo que podría haber llevado al Ejército Alemán a considerar esto un objetivo?

R: Todas las evidencias parecen indicar, y esta fue la conclusión a la que llegó la Comisión, que el motivo, no diré que el motivo principal, ya que no hay ninguna certeza en algo así, que el motivo que es más probable, casi seguro, de la destrucción de la biblioteca era el deseo del Ejército Alemán de deshacerse de un monumento que conmemora el Tratado de Versalles. En el edificio de la biblioteca había una virgen oculta que aplasta con su pie a un dragón, que representaba al enemigo. Ciertas conversaciones de oficiales alemanes dieron una muy clara impresión de que la razón por la que querían incendiar sistemáticamente este edificio era deshacerse de un testimonio de la derrota en la otra guerra, y por encima de todo, de un recuerdo del Tratado de Versalles. Debo añadir que no es la primera vez que los alemanes destruyen la Universidad de Lovaina.

P: ¿Cree que el comandante de la batería sabía eso?

R: Hay un testimonio muy interesante que querría presentarle al honorable abogado de la defensa. El día en el que se instalaron las baterías, las dos baterías que mencioné, hablé con un recaudador de impuestos, un funcionario que vivía en una villa en la carretera a Roosbeck, a pocos kilómetros de Lovaina. Esta tarde algunos oficiales alemanes de alto rango fueron a su casa a pedir alojamiento. Estos oficiales iban con un camión con todos los aparatos de radio necesarios para enviar órdenes por radio a la artillería alemana para que disparara. Estos oficiales se instalaron en su casa, y se les dio de cenar, y le invitaron a sentarse con ellos a la mesa en su propia casa. Tras dudar un momento, aceptó, y durante la comida hubo una violenta discusión. Los oficiales decían "estos cerdos belgas", discúlpenme por usar esa expresión, pero la usaron, "pusieron esa inscripción en la biblioteca". Se referían a la famosa inscripción "Furore Teutonica" que en realidad nunca estuvo en la biblioteca, pero todos los oficiales alemanes estaban totalmente convencidos de que esta inscripción, "Furore teutonica diruta, dono americano restituta" (destruida por la furia alemana, restaurada por la generosidad americana) estaba en el edificio, cuando de hecho nunca ha estado allí. Sin embargo, estoy dispuesto a considerar que en Alemania pueden haber creído que estaba allí, y el mismo hecho de que hubiera una discusión entre los oficiales al mando de estas dos baterías parece probar que si dirigieron el fuego contra la biblioteca fue para destruir este monumento, que a sus ojos...

EL PRESIDENTE: ¡Muy rápido!... Continúe.

R: (continuando). Es probable que quisieran deshacerse de un monumento que según pensaban tenía una inscripción que insultaba al Ejército Alemán y al pueblo alemán. Ese es el testimonio que puedo aportar al honorable abogado de la defensa. Lo considero un hecho.

P: ¡Quiere decir que el capitán que dirigía esta batería conocía esa inscripción! No lo creo.

R: Sin duda.

P: Gracias.

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P: Testigo, ha dicho que 43 aviones sobrevolaron la biblioteca y arrojaron bombas sobre ella. Como usted mismo nos dijo, respondiendo a la pregunta del Profesor Exner, usted no estaba en la ciudad en aquel momento ¿Dónde obtuvo esa información?

R: Como ya he dicho, no estoy dando mi testimonio aquí, ya que por mi parte no puedo; pero es el testimonio del abogado, David, que tenía una casa de campo en Kesselloh.

Este abogado salió por la mañana para mirar al cielo. Tenía a un número considerable de refugiados en su casa, entre ellos mujeres y niños, y como había aviones constantemente sobrevolando la zona, salió por la mañana para ver qué pasaba. Vio este escuadrón de aviones, que contó, recuerden que era un soldado veterano, y había 43 que volaban hacia la biblioteca, y cuando sobrevolaron la biblioteca, exactamente sobre el tejado, en el punto más lejano desde la casa de la víctima, arrojaron una bomba, y vio de inmediato salir humo del tejado de la biblioteca. Ese es el testimonio en el que baso la declaración que hice hace un momento.

P: ¿Así que cayó sólo una bomba sobre la biblioteca?

R: Debemos distinguir aquí, Señor, entre fuego de artillería y bombas lanzadas desde aviones. Desde un punto de vista técnico, hay una certeza absoluta de que una bomba de un avión cayó sobre la biblioteca, porque el tejado tiene una cobertura de metal, y este tejado de metal es muy plano, salvo en un punto en el que se hunde hacia dentro. Consultamos a técnicos, que nos dijeron que una superficie metálica nunca se habría hundido hasta ese punto si hubiera sido alcanzada por fuego de artillería, y que el hundimiento sólo lo pudo causar una bomba de un avión.

P: ¿Cuántas bombas en total fueron lanzadas por los aviones?

R: Como el testigo estaba en una altura que domina el área de Lovaina, desde la que podía ver la biblioteca en la llanura, le fue imposible contar exactamente las bombas que estos aviones arrojaron. Sólo vio caer las bombas. Después vio el humo que salía del tejado de la biblioteca. Eso es todo lo que puedo decir sobre este punto.

P: ¿Cuántos impactos de bomba se contaron en la ciudad?

R: No puedo darle información sobre este punto, pero sé que algunos aviones pasaron sobre los edificios de la biblioteca siguiendo una línea recta de norte a sur. Estas bombas, en aquel tiempo, mayo de 1940, dañaron aunque no muy gravemente el Instituto Superior de Filosofía, el Instituto de Farmacia y otros pocos edificios de la Universidad; también un cierto número de casas privadas.

P: ¿Cuándo se lanzaron las bombas, antes del fuego de artillería o después?

R: Las bombas se lanzaron antes y después. Hubo varios ataques aéreos. Estuve presente durante un terrible bombardeo aéreo en la tarde del 10 de mayo de 1940, realizado por un escuadrón de siete aviones. No soy un experto militar, pero vi con mis propios ojos los aviones que hicieron un bombardeo en picado contra el puente de Tirlemont. El resultado de este bombardeo fue que un considerable número de casas fueron destruidas y 208 personas murieron en el acto en la tarde del 10 de mayo de 1940.

(Se hizo un receso).

EL PRESIDENTE: ¿Quiere algún otro miembro de la defensa hacer preguntas?

Dr. BABEL (abogado de las SS y las SA):

P: Testigo, ¿cuándo había visto por última vez el edificio de la Universidad, antes del ataque, me refiero?

R: ¿Antes del incendio? Lo vi el 11 de mayo de 1940.

P: ¿Eso es antes del ataque?

R: Antes del ataque.

P: ¿Estaba dañado en ese momento, y hasta qué punto?

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R: El 11 de mayo no le había pasado absolutamente nada a la biblioteca. Estaba intacta. Hasta la noche del 16-17 de mayo, cuando me marché, no hubo ni el más mínimo daño.

P: Aparte de los impactos en la torre, ¿observó alguna otra marca de fuego de artillería en el edificio?

R: En el edificio, no lo creo. Sólo había marcas de fuego de artillería en la torre.

P: Debido al hecho de que sólo se alcanzó la torre, ¿no podría pensarse que el objetivo no era el edificio, sino la torre?

R: Cuando dije que la torre recibió impactos, sólo me refería a las marcas que se podían ver en los muros del balcón del primer piso y en las agujas del reloj. Aparte de eso, no se podía ver nada del edificio por la simple razón de que el interior del edificio había ardido entero, y no se podía ver nada en los muros calcinados. Pero no hay ninguna duda de que o una bomba de avión o un proyectil de artillería, creo por mi parte que fue lo segundo, alcanzó el edificio. Se puede ver la marca de un proyectil. Es justo aquí donde comenzó el incendio.

P: Tras el incendio, ¿cuándo volvió a ver el edificio?

R: Tras el incendio, en julio de 1940.

P: Eso es mucho después.

R: Sí, pero seguía en las mismas condiciones. No se había hecho nada. Seguía estando como estaba originalmente.

P: ¿Sabe si mientras estaba ardiendo el edificio se hizo algún intento de detener el incendio y salvar el edificio?

R: Por supuesto que se hicieron intentos de detener el fuego. El Rector de la Universidad, Monseñor Wayenberg, me dijo personalmente, y ha declarado, que dijo que fueron a buscar a los bomberos, pero los bomberos se habían ido. Sólo quedaba el Jefe y dos miembros de la brigada de bomberos, y todas las bombas de agua estaban rotas debido al bombardeo. No hubo suministro de agua durante varios días.

P: ¿Tomaron parte tropas alemanas en estos intentos de salvar el edificio?

R: No, no, no habían llegado aún.

P: ¿Cómo sabe eso? Usted no estaba allí.

R: Pero el Rector de la Universidad no se fue de Lovaina. El Rector estaba allí, y también el bibliotecario.

P: ¿Habló con el Rector de esta cuestión, de si las tropas alemanas tomaron parte en el intento de salvar el edificio?

R: Hablé con el Rector y con el bibliotecario. Debido a mi cargo de Secretario General de la Universidad trataba con el Rector todas las cuestiones generales que afectaban a la Universidad. Tratamos este punto especialmente, y me dijo categóricamente que ningún soldado del Ejército Alemán trató de apagar el fuego.

P: También ha hablado del movimiento de Resistencia. ¿Sabe si se llamó a la población civil a resistir a las tropas alemanas?

R: ¿Dónde? ¿En las Ardenas?

P: En Bélgica.

R: En Bélgica, la Resistencia estaba formada principalmente por el ejército secreto, que era una organización militar con comandantes responsables y reconocidos, y que llevaba una insignia distintiva para no ser confundidos con simples francotiradores.

P: ¿Sabe cuántos soldados alemanes cayeron víctimas del movimiento de Resistencia?

R: ¿Cuántos soldados alemanes cayeron víctimas de esta Resistencia? Lo sé muy bien porque la Resistencia actuó en todos los lugares de las Ardenas y legalmente, con comandantes dirigiéndoles, llevando armas al descubierto y con insignias distintivas. Atacaron abiertamente a las tropas alemanas desde el frente.

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P: Esa no era mi pregunta. Le he preguntando si sabe aproximadamente cuántos soldados alemanes cayeron víctimas de ese movimiento de Resistencia?

R: No entiendo lo que hay implícito en la pregunta del honorable abogado de la defensa.

P: Le estoy preguntando...

R: ¿Se refiere el honorable abogado de la defensa a los hechos de las Ardenas de los que hablé hace un momento, o habla en un sentido más general?

P: El testigo ha planteado en sus declaraciones la cuestión del movimiento de Resistencia, y por eso le pregunté si sabe...

EL PRESIDENTE: Dr. Babel, el testigo ya ha respondido a la pregunta diciendo que no puede decir a cuántos alemanes mató el movimiento de Resistencia.

Dr. BABEL: Pero puede decir si un cierto número de alemanes cayó víctima de la Resistencia.

R: Hubo verdaderas batallas...

Dr. BABEL: El testigo también podrá confirmar que los miembros de la Resistencia son considerados hoy héroes en Bélgica. Por lo que hemos leído en los periódicos y por lo que se ha dicho aquí, estas personas que participaron en el movimiento de Resistencia ahora son considerados héroes. Al menos esa es la conclusión a la que llegué.

Testigo, ha dicho, si le entendí bien, que perdió 15 kilogramos de peso.

R: Sí, así es.

P: ¿Qué conclusión extrajo usted de ese hecho? No pude entenderlo muy bien esta mañana.

R: Simplemente quise decir que perdí estos 15 kilos como resultado del sufrimiento mental que padecimos durante la ocupación, y era una respuesta a la pregunta del Sr. Faure sobre si consideraba esta ocupación compatible con la dignidad de un hombre libre. Quería responder "no", dando la prueba de que como resultado de esta ocupación pasamos muchas angustias, y creo que la pérdida de peso es una prueba suficiente de ello.

P: Durante la guerra yo también perdí 35 kilos, sin estar enfermo. ¿Qué conclusión se podría sacar de ese hecho en su opinión? (Risas).

EL PRESIDENTE: Continúe, Dr. Babel, no nos interesan sus experiencias.

Dr. BABEL: Gracias, Señoría. Esa era mi última pregunta.

EL PRESIDENTE: ¿Quiere algún otro abogado hacer alguna otra pregunta?

(No hubo respuesta).

EL PRESIDENTE: ¿Sr. Faure?

Sr. FAURE: No tengo más preguntas.

EL PRESIDENTE: El testigo puede retirarse.


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