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Juicio a los Principales Criminales de Guerra Alemanes

En Nuremberg, Alemania
21 de enero a 1 de febrero de 1946

Cuadragésimo Quinto Día: Martes, 29 de enero de 1946
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P: ¿Por qué le sometieron a ese régimen especial aunque usted era un oficial cadete?

R: Sin duda por mi intento de fuga.

P: ¿Había aceptado trabajar?

R: No, en absoluto. Al igual que todos mis camaradas del mismo rango y como la mayor parte de los suboficiales, y como todos los aspirantes, me había negado a trabajar, invocando la Convención de Ginebra, que Alemania había firmado y que decía que los suboficiales que son prisioneros de guerra no pueden ser obligados a realizar ningún trabajo sin su consentimiento. El Ejército Alemán, en cuyas manos habíamos caído, nunca, hablando en un sentido práctico, respetó esa norma adoptada por Alemania.

P: ¿Conoce las ejecuciones que tuvieron lugar en el Stalag 11 B?

R: Conocí la muerte de varios prisioneros franceses o prisioneros Aliados. Específicamente, en el Oflag 11, en Grossborn, Pomerania, un prisionero francés, el Teniente Robin, que junto a algunos de sus camaradas habían preparado una fuga excavando un túnel para ello, fue asesinado de la siguiente manera. Teniendo los alemanes información de que se había preparado el túnel, el Hauptmann Buchmann, que era miembro del cuerpo de oficiales del campo, esperó con unos pocos guardias alemanes la salida de los fugados. El Teniente Robin, que fue el primero en salir, fue asesinado con un tiro cuando obviamente no podía de ninguna manera atacar a nadie o defenderse.

Ocurrieron otros casos de este tipo. Uno de mis amigos, un Teniente francés, Ledoux, que fue enviado a la Fortaleza de Graudenz, donde fue sometido a un duro régimen de detención, vio a su mejor amigo, un Teniente británico, Anthony Thomson, asesinado por el Hauptfeldwebel Osterreich con un tiro en la nuca en su propia celda. El Teniente Thomson acababa de intentar escapar y había sido capturado por los alemanes en el aeródromo. El Teniente Thomson era de la RAF.

Querría también declarar que en el campo de Ravaruska, en Galitzia, donde pasé cinco meses, varios de nuestros camaradas... -

P: ¿Podría decirnos por qué estaban en Ravaruska?

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R: Durante el invierno de 1941-42, los alemanes querían intimidar primero a los suboficiales que se negaban a trabajar; segundo, a los que habían tratado de escapar, y tercero, a los hombres que trabajaban en Kommandos (pelotones de trabajo) y que eran descubiertos cometiendo sabotajes. Los alemanes nos advirtieron de que a partir del 1 de abril de 1942 todos los fugados que fueran capturados de nuevo serían enviados a un campo, un campo especial llamado "campo de castigo" en Ravaruska, Polonia.

Después de otro intento de fuga, fui enviado junto con otros dos mil franceses a Polonia. Estuve en Limburg an der Lahn, en el Stalag 12A, donde nos reagruparon y pusieron en vagones, vagones de tren. Nos quitaron nuestra ropa, nuestros zapatos y toda la comida que algunos de nosotros habíamos podido conservar. Nos pusieron en vagones, en los que el número iba del 53 al 56. El viaje duró seis días. Por lo general abrían los vagones durante unos pocos minutos en una parada en el campo. En seis días nos dieron sopa sólo en dos ocasiones, una en Oppeln, donde la sopa no era comestible, y la otra en Jaroslow. Pasamos treinta y seis horas sin nada que beber durante ese viaje, ya que no teníamos ningún recipiente y era imposible conseguir algún suministro de agua.

Cuando llegamos a Ravaruska el 1 de junio de 1942, nos encontramos con otros prisioneros, la mayoría franceses, que habían estado allí durante varias semanas, tremendamente desanimados, con una escala de raciones muy inferior a nada que hubiéramos experimentado hasta entonces, ya que no se había entregado ningún paquete, ni de sus familias, ni de la Cruz Roja Internacional.

Por aquel entonces había entre doce y trece mil en ese campo. Había para esa cifra total un único grifo que proporcionaba durante varias horas al día agua no potable. Esta situación duró hasta la visita de dos doctores suizos que vinieron al campo creo que en septiembre. El alojamiento eran nuestros barracones. Las pequeñas habitaciones alojaban a hasta seiscientos hombres en una sala. Estábamos amontonados en hileras a lo largo de los muros, tres filas, entre treinta y cuarenta centímetros para cada uno de nosotros.

Durante nuestra estancia en Ravaruska hubo muchos intentos de fuga, más de quinientos en seis meses. Mataron a algunos de nuestros camaradas. Algunos murieron cuando los descubrió un guardia. A pesar de la tristeza de esos casos, ninguno de nosotros se enfrentó a los derechos de nuestros guardias en esos casos [sic], pero varios fueron asesinados. Por ejemplo, el 12 de agosto de 1942, en el Kommando de Tarnopol tuvo lugar el caso del soldado Lavesque. Lo encontraron con evidencias de varios disparos y varias heridas profundas causadas por bayonetas.

El 14 de agosto, en el Kommando de Werciniec, noventa y tres franceses escaparon tras lograr cavar un túnel. A la mañana siguiente, tres de ellos, Conan, Van den Boosch y Poutrelle, fueron capturados por soldados alemanes que estaban buscándolos. Dos de ellos dormían. El tercero, Poutrelle, no. Los alemanes, un cabo y dos reclutas, verificaron la identidad de los tres franceses. Con mucha tranquilidad les dijeron: "Ahora tenemos que mataros". Los tres desgraciados hablaron de sus familias, pidieron clemencia. El cabo alemán respondió lo siguiente, algo que oíamos con mucha frecuencia: "Una orden es una orden", y dispararon de inmediato a dos de los prisioneros franceses, a Van den Boosch y a Conan. A Poutrelle lo dejaron como un loco [sic] y por pura suerte no lo cogieron de nuevo. Pero fue capturado pocos días después en la región de Cracovia. Lo trajeron de vuelta a Ravaruska, donde le vimos en una condición cercana a la locura.

El 14 de agosto, de nuevo en el Kommando de Stryj, un equipo de unos veinte prisioneros acompañado de varios guardias estaba de camino al trabajo...

P: Perdone, ¿habla de prisioneros de guerra franceses?

R: Sí, por ahora hablo de prisioneros de guerra franceses.

Caminando junto a un bosque, el suboficial alemán, que durante algún

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tiempo había estado molestando a dos de ellos, Pierrel y Ondiviella, los llevó hacia el bosque. Poco después los otros oyeron disparos. Acababa de asesinar a Pierrel y a Ondiviella.

El 20 de septiembre de 1942, de nuevo en Stryj, un Kommando estaba trabajando bajo la supervisión de soldados alemanes y capataces alemanes. Uno de los franceses logró escapar. Sin más demora, el suboficial alemán escogió a dos hombres, si la memoria no me falla, llamados Saladin and Duboeuf, y les pegó un tiro allí mismo. Ocurrieron incidentes de este tipo en otras circunstancias. La lista sería muy larga.

P: ¿Puede hablarnos de las condiciones en las que vivían los suboficiales que no aceptaban trabajar que estaban con usted en Ravaruska?

R: Los suboficiales que se negaron a trabajar estaban agrupados en una sección del campo, en dos de los grandes establos que servían como alojamiento. Estaban sometidos a un régimen de la opresión más severa: frecuentes recuentos, instrucción: "¡tumbaos!", "¡en pie!", gimnasia, que después de hacerlos durante un rato dejan muy agotado.

Un día, el Sargento Corbihan, habiéndose negado... el Capitán Fournier, un capitán alemán con nombre francés... habiéndose negado a coger una herramienta para trabajar, el Capitán alemán hizo un movimiento y uno de los soldados alemanes que estaban con él atravesó a Corbihan con su bayoneta. Corbihan se salvó de morir de milagro.

P: ¿Cuántos de ustedes desaparecieron?

R: En Ravaruska, en los cinco meses que pasé allí, enterramos a sesenta de nuestros camaradas que murieron por enfermedad o asesinados en intentos de fuga. Pero a día de hoy no se ha encontrado a 100 de los que estaban con nosotros y trataron de escapar.

P: ¿Es esto todo aquello de lo que ha sido testigo?

R: No. Querría decir que nuestra estancia en el campo de castigo de Ravaruska implicó una cosa aún más horrible que todo lo que los prisioneros vimos y sufrimos. Estábamos horrorizados por lo que sabíamos que estaba ocurriendo cerca de nosotros. Los alemanes habían transformado el área de Lemberg-Ravaruska en un inmenso gueto. Se había llevado a esa área, donde los israelitas ya eran bastante numerosos, a los judíos de todos los países de Europa. Cada día durante cinco meses, exceptuando una interrupción de unas seis semanas en agosto y septiembre de 1942, vimos pasar a unos 150 metros de nuestro campo, uno, dos y a veces tres trenes de vagones de mercancías en los que se amontonaban hombres, mujeres y niños. Un día una voz que provenía de uno de esos vagones gritó: "Soy de París. Vamos de camino a nuestra masacre". Muy frecuentemente camaradas que salían del campo para ir a trabajar encontraban cuerpos a lo largo de la vía del tren. Sabíamos de una manera vaga que estos trenes se paraban en Belzec, que estaba a unos diecisiete kilómetros de nuestro campo, y en ese lugar ejecutaban a estos desgraciados con medios que no conozco.

Una noche, en julio de 1942, oímos disparos de ametralladoras durante toda la noche, y los gemidos de mujeres y niños. A la mañana siguiente bandas de soldados alemanes pasaron por los campos de centeno que había al borde de nuestro campo, con las bayonetas apuntando hacia abajo buscando a gente escondida en los campos. Aquellos de nuestros camaradas que salieron ese día para ir a sus trabajos nos dijeron que vieron cuerpos por todas partes en la ciudad, en las alcantarillas, en los establos, en las casas. Más tarde algunos de nuestros guardias que habían participado en esta operación nos explicaron de muy buen humor que habían matado a 2.000 judíos esa noche bajo el pretexto de que se había asesinado a dos SS en la región.

Más adelante, en 1943, durante la primera semana de junio, hubo un pogrom en Lemberg que causó la muerte de 30.000 judíos. No estaba personalmente en Lemberg, pero varios doctores militares franceses, el Mayor Guiguet del Cuerpo Médico Francés, el Teniente Levin del Cuerpo Médico Francés, me describieron esta escena. Los tranvías de la ciudad...

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EL PRESIDENTE: Parece que el testigo no va a acabar en breve, así que creo que será mejor que hagamos un receso ahora hasta las dos.

(Se hizo un receso).

ALGUACIL: Deseo anunciar que el acusado Kaltenbrunner se ausentará de la sesión de esta tarde por enfermedad.

Sr. DUBOST: Con el permiso del Tribunal, continuaremos interrogando al testigo, el Sr. Roser.

Sr. Roser, esta mañana terminó la descripción de las condiciones en las que usted fue testigo del pogrom de Ravaruska, y quería darnos algunos detalles de otro pogrom. Nos ha dicho que un soldado que había tomado parte en él habló de ello en su presencia, ¿es correcto?

Sr. PAUL ROSER: Sí.

P: ¿Le dijo algo que usted quiera relatarnos?

R: Sí.

P: Le escuchamos.

R: A finales de 1942 me llevaron a Alemania y un doctor francés y yo tuvimos la oportunidad de conocer al chófer del médico alemán que era jefe de la enfermería en la que estaba en aquel tiempo. Este soldado, cuyo nombre he olvidado, nos contó lo siguiente:

"En Polonia", en una ciudad cuyo nombre también he olvidado, "un sargento de nuestro regimiento se fue con una judía. Pocas horas después lo encontraron muerto. Entonces", dijo el soldado alemán, "se llamó a mi batallón. La mitad acordonó el gueto y la otra mitad, dos compañías, y yo pertenecía a una de ellas, entró a la fuerza en las casas y sacó por las ventanas sin orden ni concierto el mobiliario y a los habitantes".

El soldado alemán terminó su historia diciendo:

"Oh, fue terrible, inhumano". Le preguntamos entonces: "¿Cómo pudieron hacer algo así?" Nos dio la respuesta fatalista: "Una orden es una orden".

Es el ejemplo que he mencionado anteriormente.

P: Si no recuerdo mal, cuando habló de Ravaruska empezó describiendo el trato recibido por prisioneros rusos que estaban en este campo antes que ustedes.

R: Sí, es correcto. El primer grupo francés que llegó a Ravaruska el 14 o el 15 de abril de 1942 llegó después de un grupo de 400 prisioneros de guerra rusos que eran los supervivientes de un destacamento de 6.000 hombres diezmados por el tifus. Las pocas medicinas encontradas por los doctores franceses al llegar a Ravaruska venían de la enfermería de los prisioneros rusos. Había unas pocas tabletas de aspirina y otras medicinas, absolutamente nada contra el tifus. El campo no se había desinfectado después de la partida de los rusos enfermos.

No puedo hablar aquí estos desgraciados supervivientes rusos de Ravaruska sin pedirle permiso al Tribunal para describir el terrible cuadro que vimos todos, quiero decir todos los prisioneros franceses que estábamos en los Stalags de Alemania en el otoño o invierno de 1941, cuando llegaron los primeros grupos de prisioneros rusos.

En cuanto a mi, fue una tarde de domingo cuando vi este espectáculo que parecía una pesadilla. Los rusos llegaban en grupos, de cinco en cinco, cogidos unos a otros del brazo, ya que ninguno podía caminar por sí mismo. "Esqueletos andantes" era realmente la única expresión adecuada. Desde entonces hemos visto fotografías de esos campos de deportación y muerte. Unos desafortunados camaradas rusos habían estado en esas condiciones desde 1941. El color de sus caras no era ni amarillo, era verde. Casi todos bizqueaban al haberse vuelto sus ojos muy débiles. Caían en filas, cinco hombres cada vez. Los alemanes les metían prisa y les golpeaban, con culatas de rifle y látigos. Como era domingo por la tarde, se concedía una cierta libertad a los prisioneros, dentro del campo, por supuesto. Al ver eso, todos los franceses comenzaron a gritar y los

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alemanes nos hicieron volver a los barracones. El tifus se diseminó de inmediato por el campo ruso, donde, de los 10.000 que habían llegado en noviembre, sólo sobrevivieron 2.500 hasta comienzos de febrero.

Estas cifras son precisas. Las tengo por dos fuentes, primero, una fuente semioficial, que era la cocina del campo. Delante de la cocina había un gran diagrama donde los alemanes registraban las ridículamente pequeñas raciones, y el número de hombres en el campo. Este número decrecía diariamente a razón de entre 80 y 100.

En segundo lugar, algunos camaradas franceses que trabajaban en la oficina de recepción llamada "Aufnahme" también sabían las cifras, y ellos me indicaron la cifra de 2.500 supervivientes en febrero. Más adelante, en especial en Ravaruska, tuve oportunidad de ver a prisioneros franceses de todas partes de Alemania. Los que estaban en Stalags, es decir, en los campos centrales vieron la misma cosa en el tiempo mencionado. Muchos de los prisioneros rusos eran arrojados a fosas comunes, incluso estando aún vivos. Los muertos y los agonizantes eran apilados entre los barracones y arrojados a carretillas. Los primeros días veíamos los cadáveres en las carretillas, pero como al comandante del campo alemán no le gustaba ver a soldados franceses rindiendo honores a sus camaradas rusos caídos, hizo que los taparan con lonas.

P: ¿Sus campos estaban vigilados por el Ejército Alemán o por las SS?

R: Por la Wehrmacht.

P: ¿Sólo por el Ejército Alemán?

R: Nunca fui vigilado por nadie que no fuera del Ejército Alemán, salvo una vez por la Schutzpolizei después de que me fugara.

P: ¿Y le volvieron a capturar?

R: Sí.

P: Una última pregunta. Usted estuvo en varios campos de prisioneros de guerra en Alemania, ¿verdad?

R: Sí.

P: ¿Tuvo oportunidad en todos esos campos de practicar su religión?

R: En los campos...

P: ¿Cuál es su religión?

R: Soy protestante.

En los campos en los que estuve, por lo general se permitía a protestantes y católicos practicar su religión. Pero me enviaron a diferentes grupos de trabajo, y en particular a un grupo agrícola en el distrito de Bremen llamado "Marburg", creo, en el que había un sacerdote católico. Había unos 60 de nosotros en este grupo. Este sacerdote católico no podía celebrar misas, no se lo permitían.

P: ¿Quiénes?

R: Los centinelas, los "Posten".

P: Que eran soldados del Ejército Alemán...

R: Sí, siempre.

Sr. DUBOST: No tengo más preguntas.

EL PRESIDENTE: ¿Desea la acusación británica hacer más preguntas?

FISCAL BRITÁNICO: No.

EL PRESIDENTE: ¿Estados Unidos?

FISCAL AMERICANO: No.


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