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Juicio a los Principales Criminales de Guerra Alemanes

En Nuremberg, Alemania
21 de enero a 1 de febrero de 1946

Cuadragésimo Quinto Día: Martes, 29 de enero de 1946
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EL PRESIDENTE: ¿Se ha presentado ya como prueba este libro?

Sr. DUBOST: Este libro se ha presentado como prueba, como prueba oficial.

EL PRESIDENTE: ¿Han recibido copias los acusados?

Sr. DUBOST: Fue presentado como prueba RF 331. Es un documento oficial que también se ha entregado a la defensa.

EL PRESIDENTE: ¿Los franceses han presentado el documento como prueba RF 331?

Sr. DUBOST: La defensa también ha recibido una copia de este libro en alemán, no estoy seguro de si el texto alemán tiene también las fotografías. No, las fotografías no están en la versión alemana, Señoría.

EL PRESIDENTE: Bien, entonces, que se marque esta fotografía. Creo que sería mejor marcarla con un número de prueba francés. ¿Cuál será?

Sr. DUBOST: Le daremos el número 333, RF 333.

EL PRESIDENTE: Que se marque así, y se entregue al Dr. Babel.

GENERAL RUDENKO: Gracias, Señoría. No tengo más preguntas.

(Se entregó el documento al Dr. Babel).

EL PRESIDENTE: Creo que se debería entregar al resto de abogados de la defensa en caso de que quieran hacer alguna pregunta. Sr. Dubost, creo que se ha depositado una copia aprobada de este libro, fotografías incluidas, en el Centro de Información de los acusados.

Sr. DUBOST: El libro entero, excepto las fotografías.

EL PRESIDENTE: ¿Por qué no las fotografías?

Sr. DUBOST: No las teníamos en ese momento para presentarlas. En nuestra exposición no hemos mencionado las fotografías.

EL PRESIDENTE: La defensa alemana debería tener los mismos documentos que se presentan al Tribunal. Se han presentado las fotografías al Tribunal; por tanto, se deberían haber entregado en el Centro de Información.

Sr. DUB0ST: Sr. Presidente, el texto francés, fotografías incluidas, fue depositado en el Centro de Información de los acusados, además de un cierto número de textos en alemán a los que no se añadieron las fotografías porque

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preparamos esa traducción para uso de la defensa. Pero hay copias francesas del libro que tienen ante ustedes que incluyen las fotografías.

EL PRESIDENTE: Muy bien.

Sr. DUBOST: Tenemos aquí cuatro copias que exhibiremos ante ustedes de la fotografía que se mostró ayer, en la que se ve a Kaltenbrunner y Himmler en la cantera de Mauthausen, de acuerdo con el testimonio del Sr. Boix. También se entregará una de estas fotografías a la defensa, es decir, al abogado del acusado Kaltenbrunner.

EL PRESIDENTE: Se ha entregado la fotografía a la defensa. ¿Quiere algún miembro de la defensa hacer alguna pregunta al testigo sobre esta fotografía? ¿Ninguna pregunta? Entonces, el testigo puede retirarse.

EL TESTIGO: Querría decir algo más. Querría señalar que hubo casos en los que se masacró a oficiales soviéticos. Es importante señalarlo porque concierne a prisioneros de guerra. Querría que el Tribunal me escuchara cuidadosamente.

EL PRESIDENTE:

P: ¿Qué es lo que quiere decir sobre la masacre de los prisioneros de guerra soviéticos?

R: En 1943 llegó un transporte de oficiales. Eran oficiales rusos. El mismo día de su llegada al campo comenzó su masacre por todos los medios. Pero parece que se recibió una orden de una autoridad superior con respecto a estos oficiales que decía que se tenía que hacer algo extraordinario. Así que les pusieron en el mejor bloque del campo. Les dieron nueva ropa de prisionero ruso, incluso les dieron cigarrillos. Les dieron camas con sábanas, les daban todo lo que querían comer. El Sturmbannführer Krebsbach los examinó con un estetoscopio.

Bajaban a la cantera, pero llevaban sólo piedras pequeñas, y en grupos de cuatro. El Oberscharführer Paul Ricker, jefe del servicio de identificación, estuvo allí con su Leica sacando incontables fotografías. Hizo unas 48 fotografías. Las revelé, y se enviaron cinco copias de cada una, de 13 X 18 junto con los negativos, a Berlín. Es una pena que no robara los negativos, como hice con los otros. Cuando todo terminó, se hizo a los rusos entregar sus ropas y todo lo demás y los enviaron a la cámara de gas. Terminó la comedia. Todo el mundo podía ver en las fotografías que los prisioneros de guerra rusos, los oficiales, y especialmente los comisarios políticos, eran tratados bien, y se les cuidaba bien, apenas trabajaban, y estaban en buenas condiciones. Es una cosa que debería señalarse porque creo que es importante.

Y otra cosa. Había un barracón llamado nº 20. Ese barracón estaba dentro del campo, y a pesar de la alambrada electrificada que rodeaba el campo, había un muro adicional con alambre espino electrificado alrededor de él, y en ese barracón había prisioneros de guerra: oficiales y comisarios rusos, algunos eslavos, unos pocos franceses y decían que incluso unos pocos ingleses. Nadie podía entrar en ese barracón, excepto los dos führer que eran del SD, es decir, los comandantes de los campos interior y exterior. Estos internos iban vestidos, al igual que nosotros, como prisioneros criminales, pero sin ninguna etiqueta o identificación de su nacionalidad. No se podía saber su nacionalidad por su ropa. El servicio de "Erkennungsdienst" les hizo fotos. Se puso una placa con un número sobre su pecho. Comenzaron por un número superior a 3.000. Había números que parecían el nº 11 (dos rayos azules). Los números comenzaron en 3.000 y llegaron hasta el 7.000. El Unterscharführer de las SS Hermann Schinbauer era entonces el fotógrafo jefe. Era de la región de Berlín, de algún lugar a las afueras de Berlín, no recuerdo el nombre. Tenía orden de revelar las películas y hacer todo el trabajo personalmente, pero como todos los SS de los servicios del campo interno, eran hombres que no sabían nada. Siempre necesitaban prisioneros para que hicieran su trabajo.

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Por eso me necesitó para revelar estas películas. Hice las ampliaciones, 5 X 7. Estas fotos se enviaron al Obersturmführer Karl Schultz, de Colonia, el Jefe del Polizeiabteilung. Me dijo que no le hablara a nadie de estas fotografías ni del hecho de que revelamos estas películas, y que si lo hacía seríamos liquidados de inmediato. Sin miedo a las consecuencias le conté todo a mis camaradas. Si alguno de nosotros lograba salir, podría contarle al mundo lo ocurrido.

EL PRESIDENTE: Creo que hemos oído suficientes detalles de lo que nos está contando. Pero volvamos por un momento al lugar del que hablaba usted donde los prisioneros de guerra rusos en 1943... un momento... Querría que repitiera el caso de los prisioneros de guerra rusos de 1943. Dijo que se llevó a los oficiales a la cantera para que cargaran con las piedras más pesadas.

EL TESTIGO: No, sólo piedras muy pequeñas, que no pesaban ni veinte kilos, y las llevaban entre cuatro, para mostrar en las fotografías que los oficiales rusos no hacían trabajos pesados, por el contrario, trabajos ligeros. Esto sólo fue para las fotografías, la realidad era totalmente diferente.

EL PRESIDENTE: Pensaba que había dicho que cargaban piedras grandes y pesadas.

EL TESTIGO: No.

EL PRESIDENTE: ¿Se tomaron las fotografías mientras iban de uniforme cargando estas piedras ligeras?

R: Sí, Señoría, tuvieron que ponerse uniformes limpios e ir bien arreglados para demostrar que los prisioneros rusos eran tratados bien y correctamente.

EL PRESIDENTE: Muy bien. ¿Hay algún otro incidente particular del que quiera hablar?

R: Sí, sobre el Bloque 20. Gracias a mis conocimientos de fotografía, pude verlo. Tenía que estar allí para encargarme de las luces mientras mi jefe hacía las fotografías. De esta forma pude seguir con todo detalle todo lo que ocurría en este barracón. Era un campo interior. Este barracón, como todos los demás, era de 7 metros de ancho por 50 de largo. Había 1.800 allí, con una ración alimentaria de menos de la cuarta parte de lo que recibíamos nosotros como comida. No tenían ni cucharas ni platos. Se vaciaban sobre la nieve grandes recipientes de comida estropeada y se dejaba allí hasta que se empezaba a congelar; entonces se ordenaba a los rusos comerla. Los rusos tenían tanta hambre que se peleaban por esta comida. Los SS usaban estas peleas como pretexto para golpear a algunos prisioneros con porras.

EL PRESIDENTE: ¿Quiere decir que se puso directamente a los rusos en el Bloque 20?

EL TESTIGO (Sr. Boix): Los rusos no vinieron al campo directamente. Los que no fueron enviados a la cámara de gas nada más llegar fueron trasladados al Bloque 20. Nadie del campo interior, ni siquiera el "Blockführer", podía entrar en este barracón. Venían varias veces a la semana pequeños convoyes de 50 ó 60, y siempre se oía ruido de peleas dentro. En enero de 1945, cuando los rusos se enteraron de que los ejércitos soviéticos se acercaban a Yugoslavia, se jugaron una última oportunidad. Se hicieron con extintores y mataron a soldados apostados bajo la torre de vigilancia. Se hicieron con ametralladoras y todo lo que se pudiera usar como arma. Cogieron mantas y todo lo que pudieron encontrar. Eran 700, pero sólo 62 consiguieron llegar a Yugoslavia y unirse a los partisanos. Ese día Franz Ziereis, comandante del campo, dio una orden por radio a todos los civiles según la cual debían cooperar "en liquidar" a los criminales rusos que habían huido del campo de concentración. Dijo que todo el que pudiera presentar pruebas de que había matado a alguno de estos hombres recibiría una recompensa especial en marcos. Es por eso por lo que todos los partidarios de los nazis de Mauthausen se pusieron a trabajar y lograron matar a más de 600 prisioneros fugados. No fue

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difícil porque algunos de los rusos no pudieron arrastrarse más de diez metros. Después de la Liberación uno de los rusos supervivientes vino a Mauthausen para ver cómo estaba todo entonces. Nos contó todos los detalles de su dolorosa marcha.

EL PRESIDENTE: No creo que el Tribunal quiera oír más detalles de los que no fue testigo usted. ¿Quiere algún miembro de la defensa hacer alguna pregunta al testigo sobre los puntos que él mismo ha tratado?

Dr. BABEL (abogado de las SS y el SD):

P: Sólo una pregunta. Durante su testimonio, usted ha dado ciertas cifras, 105, 180 y justo ahora 700. ¿Estaba usted en situación de contarlos?

R: Casi siempre los convoyes venían al campo en columnas de cinco. Era fácil contarlos. Estos transportes siempre eran enviados desde prisiones de la Wehrmacht de algún lugar en Alemania. Se enviaban desde todas las prisiones de Alemania, de la Wehrmacht, de la Luftwafe, de las SD o de las SS.

EL PRESIDENTE: Simplemente responda a la pregunta y no dé un discurso. Usted ha dicho que venían en columnas de cinco y era fácil contarlos.

EL TESTIGO: Muy fácil contarlos, especialmente para los que querían poder contar la historia algún día.

DOCTOR BABEL:

P: ¿Tenía usted tanto tiempo como para poder observar todas estas cosas?

R: Los transportes siempre venían por la noche después de que los deportados hubieran vuelto al campo. A esa hora siempre teníamos dos o tres horas en las que podíamos pasear por el campo mientras esperábamos que sonara la campana que era la señal para que nos fuéramos a la cama.

EL PRESIDENTE: El testigo puede retirarse.

Sr. DUBOST: Con el permiso del Tribunal, oiremos ahora al Sr. Cappelen, un testigo noruego. El testimonio del Sr. Cappelen se limitará a las condiciones que se impusieron a internos noruegos en campos y prisiones noruegos.

EL PRESIDENTE: Muy bien.

(HANS CAPPELEN, testigo de la acusación francesa, sube al estrado).

EL PRESIDENTE: Entiendo que usted habla inglés.

EL TESTIGO: Sí, hablo inglés.

EL PRESIDENTE: ¿Pronunciará el juramento en inglés?

EL TESTIGO: Sí, prefiero hablar en inglés.

EL PRESIDENTE: ¿Cómo se llama?

EL TESTIGO: Mi nombre es Hans Cappelen.

EL PRESIDENTE: Repita este juramento. Juro que el testimonio que presentaré será la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y que Dios me ayude.

(El testigo repite el juramento en inglés)

EL PRESIDENTE: Sr. Dubost, ¿puede deletrear el nombre?

Sr. DUBOST: C-a-p-p-e-l-e-n.

Sr. DUBOST:

P: Sr. Cappelen, ¿nació usted el 18 de diciembre de 1903?

R: Sí.

P: ¿En qué ciudad?

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R: Nací en Kvietseid, en la provincia de Telemark, Noruega.

P: ¿Cuál es su profesión?

R: Era abogado, pero ahora soy hombre de negocios.

P: ¿Puede contarnos lo que usted sabe de las brutalidades de la Gestapo en Noruega?

R: Señoría, fui arrestado el 29 de noviembre de 1941 y llevado a la prisión de la Gestapo de Oslo, Moellergata 19. Pasados diez días fue interrogado por dos N.S. noruegos, agentes de policía nazis. Me golpearon desde el primer momento con porras. No recuerdo exactamente cuánto duró este interrogatorio, pero no llevó a nada. Así que pasados unos días me llevaron al 32 de Victoria Terrace. Era el cuartel general de la Gestapo en Noruega. Eran cerca de las ocho de la noche. Me llevaron a una sala bastante grande y me pidieron que me desnudara. Tuve que desnudarme hasta que me quedé completamente desnudo. Estaba un poco hinchado por el trato que había recibido de los policías noruegos, pero no era mucho.

Había unos seis u ocho agentes de la Gestapo, y su líder era, Kriminalrat era su título, Femer. Estaba muy enfadado y comenzaron a bombardearme con preguntas que no podía responder. Así que Herr Fermer corrió hacia mi y me arrancó el cabello de la cabeza. Había cabellos y sangre por todo el suelo alrededor mío. Entonces de repente todos comenzaron a echarse encima mío y golpearme con porras de goma y cables de hierro. Me dolía mucho y me desmayé. Pero me hicieron recuperar la consciencia tirándome agua helada. Vomité, lógicamente, ya que me sentía muy mal. Pero eso sólo les enfadó, y dijeron: "limpia, sucio perro" y tuve que intentar limpiar con mis manos.

Siguieron así durante mucho, mucho tiempo, pero el interrogatorio no llevó a nada porque me bombardeaban con preguntas y me preguntaban por personas a las que no conocía o apenas conocía.

Supongo que debió ser por la mañana cuando me llevaron de vuelta a la prisión. Me llevaron a mi celda y estaba muy mal y enfermo. Durante todo el día pedí al guardia que me viniera a verme un doctor; eso fue el 19. Pasados unos días, supongo que debió ser el día antes de la Nochebuena de 1941 me llevaron de nuevo por la noche a Victoria Terrace. Ocurrió lo mismo que la última vez, sólo que esta vez me fue muy fácil desnudarme porque sólo tenía un abrigo; estaba hinchado por la última paliza. Como la última vez, había seis, siete u ocho agentes de la Gestapo.

EL PRESIDENTE:

P: ¿Quiere decir de la Gestapo alemana?

R: Sí, de la Gestapo alemana todos ellos, y Femer estaba presente también en esa ocasión, ejercía un mando en las SS y era Comisario Criminal. Entonces comenzaron otra vez a golpearme, pero era inútil golpear a un hombre como yo que estaba tan hinchado y tenía tan mal aspecto. Así que hicieron otra cosa, comenzaron a retorcerme y romperme los brazos y las piernas. Me dislocaron el brazo derecho. Sentí ese terrible dolor y me desmayé de nuevo. Entonces ocurrió lo mismo que la otra vez: me tiraron agua y recobré la consciencia.

Para entonces todos los alemanes se habían vuelto completamente locos. Rugían como animales y me bombardeaban con preguntas otra vez, pero estaba tan cansado que no podía responder.

Entonces me pusieron una especie de objeto de madera casero, me pareció de fabricación casera, con un tornillo, en la pierna izquierda, y empezaron a apretarlo hasta que se soltó toda la carne de los huesos. Sentí un dolor horrible y me desmayé, pero recuperé la consciencia, y aún tengo grandes marcas en mi pierna producidas por el tornillo, cuatro años después.

Eso no llevó a nada, y entonces me pusieron algo en el cuello, aún tengo marcas aquí (las señala), y separaron la carne de aquí. Pero entonces tuve

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un colapso, y de repente sentí que se me había paralizado el lado derecho. Después se ha descubierto que tuve en ese momento una hemorragia cerebral. Y tenía visión doble, veía doble a los agentes de la Gestapo, y todo daba vueltas. He tenido esa visión doble durante cuatro años, y cuando estoy cansado me vuelve. Pero estoy mejor ahora, puedo mover de nuevo el lado derecho, aunque mi lado derecho está aún un poco afectado.

No recuerdo mucho más de esa noche, pero los otros prisioneros que tenían que limpiar los pasillos de la prisión les vieron traerme de vuelta por la mañana. Eso debió ser hacia la seis de la mañana. Pensaron que estaba muerto porque no iba con las manos esposadas. No puedo decir si pasé inconsciente un día o dos, pero un día volví a moverme y estaba ligeramente consciente, y entonces el guardia vino de inmediato a mi celda, donde yacía en un catre rodeado de mis vómitos y sangre, y después vino un doctor a verme.

Era, supongo, de alto rango, qué rango no lo puedo decir con exactitud. Me dijo que lo más probable era que moriría. Le pregunté: "¿no pueden llevarme a un hospital?". Dijo: "No. No se llevará a un estúpido como tú a un hospital hasta que hagas lo que te decimos que hagas. Eres un estúpido, como todos los noruegos".

Me colocaron el brazo en su sitio. Eso fue muy malo, pero dos soldados me sujetaron y lo colocaron, y me desmayé de nuevo. Así que pasó el tiempo y descansé un poco. No podía caminar, porque todo parecía dar vueltas. Yacía en el catre. Debió ser a finales de febrero o a mediados de febrero de 1942 cuando una noche volvieron. Debían ser alrededor de las diez de la noche, porque la luz de mi celda llevaba apagada bastante rato. Me pidieron que me pusiera de pie, y lo intenté y me volví a caer por la parálisis. Entonces me dieron patadas, y dije: "¿no es mejor matarme, porque no puedo moverme?"

Bien, me sacaron a rastras de la celda, y me llevaron de nuevo a Victoria Terrace, es decir, el cuartel general donde hacían sus interrogatorios. Esta vez dirigió el interrogatorio un hombre de las SS llamado Stehr. No me podía mantener de pie, así que yacía desnudo en el suelo. Este Stehr tenía ayudantes, cuatro o cinco agentes de la Gestapo, y comenzaron a pisotearme y darme patadas. Entonces de repente me pusieron de pie y me llevaron a una mesa a la que se sentaba Stehr. Me cogió la mano izquierda así (lo indica) y puso algunas agujas bajo mis uñas y empezó a romperlas. Me dolió mucho, y todo daba vueltas, volvió la visión doble, pero el dolor era tan intenso que aparté la mano. No debería haber hecho eso, porque les puso muy furiosos. Me volví a desmayar, colapsado, durante no sé cuánto tiempo, pero volví a recuperar la consciencia al olor de carne quemada. Uno de los agentes de la Gestapo me estaba quemando la planta de los pies con una pequeña lámpara. No me dolió mucho porque estaba tan débil que no me importaba, y estaba tan paralizado que no podía hablar, sólo me quejé un poco, llorando, naturalmente, siempre.

No recuerdo mucho más de esa ocasión, pero esta fue una de las peores cosas por las que pasé en los interrogatorios. Me llevaron de nuevo a la prisión y pasó el tiempo y traté de comer un poco. Vomitaba la mayor parte, pero poco a poco me recuperé. Aún tenía un lado paralizado, así que no podía levantarme.

Pero me llevaron otra vez para ser interrogado, y entonces me encontré con otros noruegos, gente que conocía y gente que no conocía, y la mayoría de ellos maltratados. Estaban hinchados, y recuerdo especialmente a dos amigos míos, dos personas muy buenas. Me pusieron frente a ellos, y parecían muy enfermos por las torturas, y cuando salí de prisión, me enteré de que los dos estaban muertos. Habían muerto por el trato que habían recibido.

Otro incidente que quiero contar, espero que Su Señoría me lo permita,

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afecta a una persona llamada Snerre Emil Halwuschen. Un día, debe haber sido en otoño, o en agosto u octubre de 1943, estaba hinchado y muy angustiado, y dijo que le habían maltratado, y que algunos de sus amigos y él habían estado en una especie de tribunal donde les habían dicho que los fusilarían al día siguiente. Les habían sentenciado para dar ejemplo.

Bien, a Halwuschen, naturalmente, le dolía la cabeza y se sentía muy enfermo, y pedí al guardia que llamara al guardia jefe, que era un tal Herr Gotz. Vino y preguntó qué demonios quería. Dije: "Mi camarada está muy enfermo, ¿no podría tomar alguna aspirina?". "Oh, no", dijo, "sería un desperdicio darle una aspirina porque por la mañana lo fusilarán".

A la mañana siguiente lo sacaron de la celda, y terminada la guerra lo encontraron en Trondheim, junto con otros noruegos, en una tumba, con una bala atravesándole el cuello.

Bien, la Moellergata 19, en Oslo, la prisión donde estuve durante unos veinticinco meses, era una casa de los horrores. Oía a gente gritando y gimiendo casi cada noche. Un día, debe haber sido en diciembre de 1943, hacia el 8 de diciembre, vinieron a mi celda y me dijeron que me vistiera. Era por la noche. Me puse los harapos que tenía. Prácticamente me había recuperado. Estaba naturalmente paralizado de un lado, no podía caminar muy bien, pero podía caminar, y fui por el pasillo, y me pusieron como habitualmente contra el muro, y esperaba que me sacaran fuera y me pegaran un tiro. Pero no me dispararon, me llevaron a Alemania junto con otros muchos noruegos. Supe después que éramos llamados prisioneros "Nacht und Nebel", prisioneros "Noche y Niebla". Nos llevaron a un campo llamado Natzweiler, en Alsacia. Era un campo muy malo.

Teníamos que trabajar, cargando piedras de las montañas. Pero no les aburriré con mis cuentos de Natzweiler, Señoría, sólo diré que había gente de todas las demás naciones: franceses, rusos, holandeses y belgas, y que viven ahora quinientos noruegos que han estado allí. Murieron entre el sesenta y el setenta por ciento, allí y en otros campos de concentración. También había allí dos daneses.

Vimos allí muchas cosas crueles, tan crueles que son bien conocidas. Hubo que evacuar el campo en septiembre de 1944. Nos llevaron entonces a Dachau, cerca de Munich, pero no nos quedamos allí mucho tiempo. Yo no, al menos. Me enviaron a un Comando llamado Aurich, en Frisia Oriental, que era un sub-comando de Neuengamme, cerca de Hamburgo. Había unos 1.500 prisioneros allí. Teníamos que cavar zanjas antitanque. Teníamos que trabajar entre tres y cuatro horas cada día, y hacer un viaje en tren de una hora hasta el Panzer Grabon donde trabajábamos. El trabajo era tan duro, y la forma en que nos trataban tan mala, que muchos de nosotros murieron allí. Supongo que cerca de la mitad de los prisioneros murió de disentería o de los maltratos en las cinco o seis semanas que pasamos allí. Era demasiado incluso para las SS, que tuvieron que ocuparse del campo, así que lo dejaron, supongo, y me enviaron vía Neuengamme, Hamburgo, a un campo llamado Gross Rosen, en Silesia, cerca de Breslau. También era un campo muy malo. Había unos cuarenta noruegos allí, y de esos cuarenta noruegos quedaron diez pasadas cuatro o cinco semanas.

EL PRESIDENTE: Va a estar un rato más, así que creo que mejor que hagamos ahora un descanso de diez minutos.

(Se hizo un receso)


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