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Juicio a los Principales Criminales de Guerra Alemanes

En Nuremberg, Alemania
21 de enero a 1 de febrero de 1946

Cuadragésimo Cuarto Día: Lunes, 28 de enero de 1946
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EL PRESIDENTE: Va demasiado deprisa.

R: Discúlpenme. Una noche nos despertaron unos gritos aterradores. Y descubrimos al día siguiente, por lo que nos contaron los hombres que trabajaban en el "Sonderkommando" (el "Kommando de Gaseamiento") que el día anterior, como se habían quedado sin gas, arrojaron vivos a los niños a los hornos.

P: ¿Puede hablarnos de las selecciones que se hicieron al principio del invierno?

R: Cada año, hacia finales de otoño, llevaban a cabo selecciones a gran escala en la enfermería (Revier). El sistema parecía funcionar de la siguiente manera: lo digo porque yo misma observé el hecho durante el tiempo que pasé en Auschwitz. Otros que habían estado allí aún más tiempo que yo habían observado el mismo fenómeno:

En primavera capturaban en toda Europa a hombres y mujeres que enviaban a Auschwitz. Se quedaban sólo con los que eran suficientemente fuertes como para trabajar todo el verano. Muy lógicamente, algunos morían cada día, pero incluso los más fuertes, los que habían logrado aguantar seis meses, estaban tan agotados que también tenían que ir a la "Revier". Era entonces cuando se hacían selecciones a gran escala, para no alimentar demasiadas bocas inútiles durante el invierno. Todas las mujeres demasiado delgadas eran enviadas a la cámara de gas, así como las que padecieran constantemente enfermedades; las judías eran gaseadas sin ningún motivo. Por ejemplo, gasearon a todas las del Bloque de Sarna, aunque todo el mundo sabe que con un poco de atención, la sarna se cura en tres días. Recuerdo el Bloque de Convalecientes por Tifus, 450 de las 500 pacientes fueron enviadas a la cámara de gas.

Durante la Navidad de 1944, no, 1943, Navidad de 1943, estando en cuarentena vimos, ya que viviamos enfrente, a mujeres traídas del Bloque 25 desnudas. Entonces llegaron camiones descubiertos y se amontonó a las mujeres desnudas en ellos, tantas como pudiera cargar el camión. Cada vez que arrancaba un camión, el famoso Hessler, uno de los criminales condenados a muerte en los juicios de Luneberg, corría detrás del camión y golpeaba repetidas veces con su porra a las mujeres desnudas que iban hacia su muerte. Sabían que iban a la cámara de gas y trataron de escapar. Las masacraron. Trataron de saltar del camión, y nosotras, desde nuestro bloque, vimos los camiones pasar y oímos el doloroso lamento de todas esas mujeres, que sabían que iban

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a ser gaseadas. Muchas podrían haber seguido viviendo, ya que tan sólo tenían sarna y estaban quizás sólo un poco desnutridas.

P: Nos ha dicho hace poco, Señora, que los deportados, en cuanto salían del tren y sin ni siquiera contarlos, eran enviados a la cámara de gas. ¿Qué ocurría con su ropa y su equipaje?

R: Los que no eran judíos tenían que cargar con su equipaje y eran alojados en bloques separados, pero cuando llegaban judíos, tenían que dejar todas sus pertenencias en el andén. Los desnudaban antes de entrar en la cámara de gas, y toda su ropa, así como todas sus pertenencias, se llevaban a grandes barracones, donde eran ordenadas por un Kommando llamado "Canadá". Después se enviaba todo a Alemania: joyas, abrigos de pieles, etc.

Dado que las judías eran enviadas a Auschwitz con toda su familia, y que se les había dicho que esto era una especie de gueto y se les aconsejaba que trajeran todos sus bienes y enseres, traían considerables riquezas con ellas. En cuanto a las judías de Salónica, recuerdo que a su llegada les dieron postales con la dirección de la oficina de correos de "Waldsee", un lugar que no existía, y un texto impreso para enviarlo a sus familias que decía: "Estamos muy bien aquí, tenemos trabajo y nos tratan bien. Esperamos vuestra llegada". Vi las tarjetas en cuestión y se ordenaba a las "Schreiberinnen", las secretarias del Bloque, que las distribuyeran entre las internas. Sé que familias enteras llegaron como resultado de estas postales.

Me enteré de algo que ocurrió en Grecia. No sé si pasó en algún otro país, pero en cualquier caso, pasó en Grecia (y en Checoslovaquia): familias enteras fueron a la Oficina de Reclutamiento de Salónica para pedir reunirse con sus familiares. Recuerdo a un Profesor de Literatura de Salónica que vio, para horror suyo, cómo llegaba su padre.

P: ¿Puede hablarnos de los campos de gitanos?

R: Al lado de nuestro campo, al otro lado de las alambradas, separados tres metros, había dos campos: uno era para gitanos, y hacia agosto de 1944 fueron todos gaseados. Estos gitanos venían de todas partes de Europa, incluida Alemania. Al otro lado estaba el llamado "campo de familias". Eran judíos del Gueto de Theresienstadt a los que habían llevado allí, y a diferencia de nosotros, ni los tatuaban ni los afeitaban. No les quitaban la ropa y no tenían que trabajar. Vivieron así durante seis meses, y pasados esos seis meses, todo el "campo de familias", unos 6.000 ó 7.000 judíos, fueron gaseados. Pocos días después llegaron de nuevo otros grandes convoys de Theresiendstadt con sus familias, y seis meses después también los gasearon, al igual que los primeros internos del "campo de familias".

P: Señora, ¿podría por favor darnos algunos detalles sobre lo que vio usted cuando iba a abandonar el campo, y en qué circunstancias se marchó usted de allí?

R: Estuvimos en cuarentena antes de partir de Auschwitz.

P: ¿Cuándo ocurrió eso?

R: Estuvimos en cuarentena durante diez meses, del 15 de julio de 1943 a... sí, hasta mayo de 1944. Y después de eso volvimos al campo durante dos meses. Después fuimos a Ravensbruck.

P: Eran todas francesas de su convoy, ¿quién había sobrevivido?

R: Sí. Todas las francesas supervivientes de nuestro convoy. Habíamos oído a judías que habían llegado de Francia en julio de 1944 que la BBC de Londres había llevado a cabo una intensa campaña en relación a nuestro convoy, y mencionando a Mai Politzer, Danielle Casanova, Helene Solomon-Langevin y a mi. Como resultado de estas emisiones, supimos que Berlín había dado orden de que se trasladara a las francesas a un lugar en mejores condiciones.

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Así que nos pusieron en cuarentena. Era un bloque situado al otro lado del campo y fuera de las alambradas. Debo decir que las cuarenta y nueve supervivientes le deben la vida a esta cuarentena, porque después de cuatro meses ya sólo quedábamos cincuenta y dos. Así que está claro que no habríamos sobrevivido dieciocho meses bajo este régimen si no hubiéramos tenido estos diez meses de cuarentena. Se impuso porque el tifus exantemático estaba devastando Auschwitz. Sólo se podía salir del campo para ser liberado o transferido a otro campo, o para presentarse ante el Tribunal después de pasar quince días en cuarentena, siendo estos quince días el periodo de incubación del tifus exantemático. Por tanto, tan pronto como llegaban documentos anunciando que probablemente la interna sería liberada, se la ponía en cuarentena hasta la firma de la orden de su liberación. Esto a veces llevaba varios meses, y quince días era el mínimo.

Existía una política según la cual se liberaba a criminales comunes y elementos antisociales alemanes para emplearlos como trabajadores en fábricas alemanas. Es por tanto imposible imaginar que toda Alemania desconocía la existencia de los campos de concentración y lo que estaba ocurriendo allí, ya que estas mujeres habían salido de los campos, y es difícil creer que nunca los mencionaron. Además, en las fábricas donde trabajaban las antiguas internas, las "Vorarbeiterinnen", las capataces, eran civiles alemanas que estaban en contacto con las internas y podían hablar con ellas. Las capataces de Auschwitz, que después vinieron a la Siemens de Ravensbruck como "Aufseherinnen", había sido antiguas trabajadoras de la Siemens en Berlín. Se encontraron con capataces que habían conocido en Berlín, y en presencia nuestra les contaron lo que habían visto en Auschwitz. Es por tanto increíble que esto no fuera conocido en Alemania.

No podíamos creer lo que veían nuestros ojos cuando salimos de Auschwitz, y nuestros corazones dolían al ver el pequeño grupo de 49 mujeres, todas las que quedaban de las 250 que habían entrado en el campo 18 meses antes. Pero para nosotras parecía que estábamos saliendo del infierno, y por primera vez se nos concedieron esperanzas de sobrevivir, de ver el mundo de nuevo.

P: ¿A dónde las mandaron, Señora?

R: Al salir de Auschwitz, nos mandaron a Ravensbruck. Allí nos escoltaron al Bloque NN, que significaba "Nacht und Nebel", es decir, "El Bloque Secreto". Había con nosotras en ese bloque mujeres polacas con el número de identificación 7.000. A algunas las llamaban "conejas" porque las habían usado de conejillos de Indias en experimentos. Escogían de los convoyes a chicas con piernas muy rectas que tuvieran muy buena salud, y las sometían a varias operaciones. A algunas de las chicas les quitaron partes de los huesos de sus piernas, otras recibieron inyecciones, pero no sé qué les inyectaban. La tasa de mortalidad era muy alta entre las mujeres operadas. Así que cuando vinieron a buscar al resto para operarlas, se negaron a ir a la "Revier". Fueron arrastradas a la fuerza a las celdas, donde el Profesor que había venido de Berlín operaba de uniforme, sin medidas asépticas, sin llevar bata y sin lavarse las manos. Algunas de estas "conejas" sobrevivieron. Aún sufren mucho. Sufren periódicamente supuraciones, y dado que nadie sabe a qué tratamiento las sometieron, es extremadamente difícil curarlas.

P: ¿Tatuaban a estas internas a su llegada?

R: No. En Ravensbruck no se tatuaba a la gente, pero por otro lado, teníamos que pasar un examen ginecológico y, como no se tomaban precauciones y era habitual que se usara el mismo instrumental con todas, se contagiaban infecciones, en parte porque estaban amontonadas juntas tanto las prisioneras criminales como las internas políticas.

En el Bloque 32, donde nos alojaron, había también algunas mujeres rusas

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prisioneras de guerra que se habían negado a trabajar voluntariamente en las fábricas de municiones. Las habían enviado por eso a Ravensbruck. Dado que siguieron negándose, las sometían a todo tipo de pequeñas humillaciones. Por ejemplo, las obligaban a permanecer de pie enfrente del bloque un día entero sin comida. A algunas las enviaron en convoys a Barthe. Otras trabajaban llevando orinales en el campo. El "Strafblock" (bloque penitenciario) y el Búnker alojaban también a internas que se habían negado a trabajar en las fábricas bélicas.

P: ¿Está hablando ahora de las prisiones del campo?

R: De las prisiones del campo. De hecho, visité la prisión del campo. Era una prisión civil, una real.

P: ¿Cuántas francesas había en ese campo?

R: Entre ocho mil y diez mil.

P: ¿Cuántas mujeres en total?

R: En el momento de la liberación, los números de identificación habían llegado a 105.000, y posiblemente más.

También hubo ejecuciones en los campos. Se llamaba a los números en cuestión en el recuento de la mañana, y las víctimas iban a la "Kommandantur" y nunca más se las volvía a ver. Pocos días después se mandaba la ropa a la "Effektenkammer", donde se guardaba la ropa de los internos. Un tiempo después, sus tarjetas desaparecían de los archivadores del campo.

P: ¿El sistema de detención era el mismo que en Auschwitz?

R: No. Era muy evidente que el exterminio era el único objetivo y razón de ser de Auschwitz. Nadie se interesaba en absoluto en la producción. Nos golpeaban sin motivo. Era suficiente con estar de pie de la mañana a la noche, pero el que cargáramos con un ladrillo o con diez no tenía importancia. Éramos muy conscientes de que el elemento humano era empleado como mano de obra esclava para matar, y que ese era el objetivo final, mientras que en Ravensbruck la producción era de gran importancia. Era un campo de selección. Cuando los convoyes llegaban a Ravensbruck, eran enviados rápidamente a las fábricas de munición o a las de pólvora, o a trabajar en las bases aéreas, o, en los últimos tiempos, a cavar trincheras.

Se adoptó el siguiente procedimiento para ir a las fábricas de munición: los fabricantes, o sus capataces o representantes venían a escoger a sus trabajadoras, acompañados de hombres de las SS; era como en un mercado de esclavos. Palpaban los músculos, examinaban las caras para ver si la persona parecía tener buena salud, y después escogían. Finalmente, las hacían caminar desnudas delante del doctor, y éste decidía finalmente si una mujer era apta o no para irse a trabajar a las fábricas. Más adelante, la visita del doctor se convirtió en una mera formalidad, ya que terminaban poniendo a trabajar a todas las que llegaban. El trabajo era agotador, sobre todo debido a la falta de comida y de sueño, ya que además de las doce horas enteras de trabajo, había que acudir al recuento de la mañana y al de la tarde. En Ravensbruck estaba la fábrica de Siemens, donde se fabricaban equipos telefónicos y equipos de radio para los aviones. Había además talleres en el campo que fabricaban material de camuflaje y uniformes, y utensilios diversos usados por los soldados. Conozco bien uno de éstos.

EL PRESIDENTE: Creo que vendría bien que hiciéramos ahora un descanso de diez minutos.

(Se hizo un receso).

P: Señora, ¿vio usted a algún jefe de las SS y a miembros de la Wehrmacht visitar el campo de Ravensbruck y el de Auschwitz mientras usted estuvo allí?

R: Sí.

P: ¿Sabe si algún funcionario del gobierno alemán visitó estos campos?

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R: Sólo sé de Himmler. Aparte de Himmler, no lo sé.

P: ¿Quiénes trabajaban como guardias en estos campos?

R: Al principio sólo había guardias de las SS.

P: ¿Puede por favor hablar más despacio para que los intérpretes puedan seguirla?

R: Al principio sólo había hombres de las SS, pero a partir de la primavera de 1944, a medida que los jóvenes de las SS de muchas compañías fueron reemplazados por hombres más mayores de la Wehrmacht tanto en Auschwitz como en Ravensbruck, terminamos a partir de 1944 vigiladas por soldados de la Wehrmacht.

P: ¿Puede por tanto testificar que, por orden del Estado Mayor Supremo Alemán, el Ejército Alemán estuvo implicado en las atrocidades que ha descrito?

R: Obviamente, ya que la Wehrmacht nos vigilaba, y esto no pudo ocurrir sin haber sido ordenado.

P: Su testimonio es formal e implica tanto a las SS como al Ejército.

R: Sin duda.

P: ¿Puede hablarnos de la llegada a Ravensbruck en el invierno de 1944 de judías húngaras que habían sido arrestadas en masa? Usted estaba en Ravensbruck, ¿es un hecho que puede testificar?

R: Sí, naturalmente. Ya no quedaba espacio libre en los bloques, y dormían cuatro prisioneras por cama, así que se puso en mitad del campo una gran tienda. Se esparció paja por el suelo de la tienda y se llevó a las mujeres húngaras a esta tienda. Sus condiciones eran deplorables. Hubo muchos casos de pies congelados, porque las habían evacuado de Budapest y habían caminado una buena parte del camino por la nieve. Muchas de ellas murieron en el camino. Las que llegaron a Auschwitz fueron puestas en esta tienda, y allí murió un número enorme de ellas. Cada día venía un pelotón a sacar los cadáveres de la tienda. Un día, al volver a mi bloque, que estaba junto a esta tienda, durante la limpieza...

EL PRESIDENTE: Señora, ¿ahora está hablando de Ravensbruck o de Auschwitz?

LA TESTIGO: Estoy hablando de Ravensbruck. Fue en el invierno de 1944, en noviembre o diciembre, creo, aunque no puedo decir con certeza en qué mes fue. Es difícil dar una fecha exacta a los hechos ocurridos en los campos de concentración porque un día de tortura iba seguido de otro día de un tormento similar, y la monotonía dominante hacía muy difícil ser consciente del tiempo transcurrido.

Así, como decía, un día pasé delante de la tienda mientras la limpiaba, y vi una pila de excrementos humeantes delante. Me di cuenta de repente de que esos excrementos eran excrementos humanos, y es que las desafortunadas mujeres ya no tenían fuerzas para arrastrarse hasta los baños.

P: ¿Cuáles eran las condiciones en los talleres en los que se fabricaban chaquetas?

R: En el taller donde se fabricaban uniformes...

P: ¿Era el taller del campo?

R: Era el taller del campo, conocido como "Schneiderei I". Se fabricaban 200 chaquetas o pantalones cada día. Había dos turnos de trabajo: un turno de día y un turno de noche, ambos de doce horas seguidas. El turno de noche, cuando comenzaba a trabajar a medianoche, después de que se hubiera logrado la producción típica, pero sólo entonces, recibía una fina rebanada de pan. Más adelante se abandonó esta práctica. El trabajo se hacía a un ritmo furioso, las internas no podían ni siquiera ir al baño. Tanto de día como de noche eran

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golpeadas terriblemente, tanto por las mujeres de las SS como por los hombres, si se rompía una aguja debido a la mala calidad del hilo, o si la máquina se paraba, o si a estas señoras y a estos caballeros no les gustaba la cara de alguien. Hacia el final de la noche se podía ver que las trabajadoras estaban tan agotadas que todo movimiento era un esfuerzo para ellas. Gotas de sudor perlaban sus frentes. No podían ver con claridad. Cuando no se llegaba a la producción normal, el capataz, Binder, venía corriendo y golpeaba con todas sus fuerzas a todas las mujeres, siguiendo la línea, con el resultado de que las últimas de la línea esperaban su turno petrificadas por el terror. Si se quería ir a la "Revier" había que recibir la autorización de las SS, que rara vez la daba, e incluso entonces, si el doctor daba a una mujer un permiso que le autorizaba a dejar de trabajar unos pocos días, era típico que los guardias de las SS fueran a sacarla de la cama y ponerla de vuelta en la máquina. El aire era irrespirable, ya que para mantener el exterior a oscuras como protección contra los bombardeos, no se podían abrir las ventanas por la noche. Así, seiscientas mujeres trabajaban doce horas sin ventilación. Todas las que trabajaban en el "Schneiderei" terminaron convertidas en esqueletos vivientes pasados unos pocos meses, comenzaron a tener tos, les fallaba la vista, y desarrollaron un tic nervioso en la cara por el miedo a que las golpearan.

Conocía bien las condiciones de este taller porque mi pequeña amiga Marie Rubiano, una joven francesa que había pasado tres años en la prisión de Kottbus, fue enviada a su llegada a Ravensbruck al "Schneiderei I", y todas las noches me hablaba de su martirio. Un día que estaba bastante agotada, obtuvo un permiso para ir a la "Revier", y como ese día la enfermera alemana, Erica, estaba de mejor humor que habitualmente, le hicieron una radiografía. Ambos pulmones estaban gravemente dañados y la enviaron al horrible Bloque 10, el bloque de tísicas. Este bloque era especialmente aterrador porque las enfermas de tuberculosis no eran consideradas "material recuperable". No recibían tratamiento y, debido a las carencias de personal, ni siquiera las lavaban. Podríamos incluso decir que no había ni un solo suministro médico.

Pusieron a la pequeña Marie en la sala que alojaba a pacientes con infecciones por bacilos, en otras palabras, las pacientes que eran consideradas incurables. Pasó unas semanas allí y se quedó sin valor para luchar por su vida. Debo decir que la atmósfera de esta sala era especialmente deprimente. Había muchas pacientes, varias en una sola cama, así como en las literas de tres pisos, en un aire recalentado, yaciendo entre internas de diversas nacionalidades, así que ni siquiera podían hablar unas con otras. El silencio en esta antecámara de la muerte sólo era interrumpido por los gritos del personal alemán de servicio, y de vez en cuando por los sollozos ahogados de una joven francesa que pensaba en su madre y en su país, que nunca más volvería a ver.

Y aún así, Marie Rubiano no estaba muriendo lo suficientemente rápido como para satisfacer a las SS, así que un día el Dr. Winkelmann, especialista de selección en Ravensbruck, puso su nombre en la lista negra, y el 9 de febrero de 1945, junto con otras 72 mujeres tísicas, 6 de ellas francesas, la subieron al camión de la cámara de gas.

Durante este periodo se hicieron selecciones en todas las "Revieren", y todas las pacientes consideradas no aptas para trabajar eran enviadas a la cámara de gas. La cámara de gas de Ravensbruck estaba situada justo detrás del muro del campo, junto al crematorio. Cuando venían los camiones a coger los pacientes, oíamos el sonido del motor atravesando el campo, y el sonido cesaba junto al crematorio, cuya chimenea se elevaba por encima del alto muro del campo.

En el momento de la liberación, volví a estos lugares. Visité la cámara de gas, que era un edificio herméticamente sellado construido con tablones, y dentro aún se podía oler el desagradable olor del gas. Sé que en Auschwitz los gases eran los mismos que los que se usaban contra los piojos, y los

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únicos restos que dejaban eran pequeños cristales de un verde pálido que eran barridos por el viento cuando se abrían las ventanas. Conozco estos detalles porque los hombres que trabajaban despiojando los bloques estaban en contacto con el personal que gaseaba a las víctimas, y les dijeron que se usaba el mismo gas en ambos casos.


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