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Juicio a los Principales Criminales de Guerra Alemanes

En Nuremberg, Alemania
Del 7 de enero al 19 de enero de 1946

Trigésimo Sexto Día: Jueves, 17 de enero de 1946
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Los destacados nacionalsocialistas que han sido inculpados hicieron que sus órdenes se cumplieran en las diversas organizaciones nazis que les pedimos que declaren criminales para que así sus miembros puedan ser detenidos y castigados.

El Gabinete del Reich, el Liderazgo del Partido Nazi, el Estado Mayor y el Alto Mando de las Fuerzas Armadas Alemanas son sólo un pequeño número de personas a las que las pruebas llevarán a su culpabilidad y su castigo, ya que participaron personal y directamente en las decisiones, o se aseguraron de su ejecución a través de alguna personalidad destacada de la jerarquía política o militar, y sin poder ignorar su carácter criminal.

Los líderes del Partido Nazi están sin lugar a dudas en la primera línea de los que participaron en la acción criminal, y alrededor de los acusados Keitel y Jodl, el Alto Mando militar dirigió al Ejército en la ejecución de rehenes, el pillaje, la destrucción injustificada de bienes y las masacres.

Pero quizás les parezca a ustedes que el castigo de cientos de miles de hombres que pertenecieron a las SS, el SD, la Gestapo y las SA provocará alguna oposición. Querría tratar de eliminar esa oposición, si es que existe, demostrando las atroces responsabilidades de estos hombres. Sin la existencia de estas organizaciones, sin el espíritu que las animó, no se puede entender cómo se pudieron perpetrar tantas atrocidades. La Alemania Nazi no habría podido llevar a cabo los Crímenes de Guerra sistemáticos sin estas organizaciones, sin los hombres que las formaban. Son ellos los que ejecutaron estos crímenes en nombre de Alemania y además desearon que se cometieran.

Puede haberles parecido imposible que la barbarie monstruosa de la doctrina nacionalsocialista se pudiera imponer sobre el pueblo alemán, heredero, como nuestro pueblo, de los más altos valores de la civilización. La educación de los hombres jóvenes que formaron las SS, el SD y la Gestapo llevada a cabo por el Partido Nazi explica el control que el nazismo ejerció sobre toda Alemania. Encarnaban el nacionalsocialismo, y permitieron que lograra, gracias a la pasividad culpable de toda la población alemana, parte de sus fines. Estos jóvenes, los que aplicaron los principios del régimen, estaban entrenados en una verdadera doctrina de inmoralidad resultado de la ideología que inspiraba al régimen. El mito de la raza privó a la guerra de su carácter criminal a los ojos de estos discípulos del nazismo.

Si se demuestra que una raza superior debe aniquilar a las razas y pueblos que se consideran inferiores y decadentes, incapaces de vivir la vida como se debería vivir, ¿se rehuirá algún método de exterminio? Es la ética de la inmoralidad, el resultado del Nietzchianismo más auténtico, que considera que la destrucción de toda ética convencional es el deber supremo del hombre. El crimen contra la raza se castiga sin piedad. El crimen en nombre de la raza es alabado sin límites. El régimen crea verdaderamente una lógica del crimen que obedece sus propias leyes, que no tiene ninguna conexión con lo que consideramos ético. Con ese punto de vista, se podrían haber justificado y autorizado todos los horrores. Tantos actos que nos parecen imcomprensibles porque chocan

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enormemente con nuestros acostumbrados conceptos, se explicaron, se formularon anticipadamente en nombre de la comunidad racial.

Añadan que estas atrocidades y crueldades se perpetraron dentro del rígido marco creado por el espíritu de compañerismo, por la solidaridad entre soldados que unía a individuos y garantizaba a la legitimidad del crimen un campo de acción ilimitado. Los individuos que los cometieron no sólo estaban cubiertos por el régimen, sino que además eran animados por la disciplina y la "camaradería" de estos cuerpos, imbuidos de criminalidad nazi.

Las Juventudes Hitlerianas fueron invitadas a vivir una aventura extraordinaria. Con un poder ilimitado a su disposición gracias al Partido y su puño firme, se les pidió primero de todo que hicieran realidad los sueños grandiosos del pangermanismo nacionalsocialista.

El Partido llevó a cabo una selección rígida de su juventud, y no escatimó ningún incentivo. Pidió a su juventud el deseo de distinguirse, de alcanzar éxitos más allá del orden común y más allá de la naturaleza. Los jóvenes nazis de la Gestapo y las SS sabían que sus actos, sin importar lo crueles o inhumanos que pudieran ser, siempre serían considerados legítimos por el régimen, en nombre de la comunidad racial, de sus necesidades y sus triunfos. El Partido Nazi, gracias a los jóvenes de las SS, del SD y de la Gestapo fueron así capaces de cumplir en el ámbito de la criminalidad lo que ninguna otra persona o nación había logrado.

Los miembros de estas organizaciones se convirtieron voluntariamente en los autores de estos crímenes innumerables de toda clase, habitualmente ejecutados con un cinismo desconcertante y con un creativo sadismo en los campos de concentración de Alemania y en los países ocupados, y especialmente en los de Europa Occidental.

Los crímenes son monstruosos. Los crímenes y su responsabilidad han sido demostrados claramente. No es posible dudar.

Pero a pesar de todo, a lo largo de estas tranquilas sesiones de este juicio, extraordinario en la Historia mundial, en vista de la naturaleza excepcional de la justicia que se pide a su Alto Tribunal que ejerza ante las Naciones Unidas, el pueblo alemán y toda la Humanidad, pueden surgir algunas objeciones en nuestras mentes.

Es nuestro deber analizarlas exhaustivamente incluso aunque estén aún sólo en nuestro subconsciente, ya que pronto se podría difundir una cierta propaganda pseudopatriótica por Alemania, y podría incluso tener eco en algunos de nuestros países.

"¿Quién puede decir: 'Tengo la conciencia tranquila, no he cometido ninguna falta?' Dios aborrece que se usen diferentes pesos y medidas". Este texto de las Sagradas Escrituras ha sido mencionado en algunas ocasiones; en el futuro, será empleado como una herramienta propagandística, pero por encima de todo, está escrito profundamente en nuestras almas. Alzándonos en nombre de nuestro pueblo martirizado como acusadores de la Alemania Nazi, nunca hemos dejado de oir ni por un momento su insólita llamada.

Sí, ninguna nación está libre de reproche en toda su historia, al igual que ningún invididuo está libre de cometer alguna falta en su vida. Sí, todas las guerras provocan males injustos y suponen casi necesariamente crímenes individuales y colectivos ya que liberan con facilidad en el hombre las pasiones malignas que siempre le rondan.

Pero podemos examinar nuestra conciencia sin miedo ante los nazis inculpados; no tenemos nada en común con ellos.

Si esta criminalidad hubiera sido accidental, si Alemania se hubiera visto forzada a ir a la guerra, si los crímenes se hubieran cometido sólo en la excitación del combate, podríamos cuestionarnos el asunto según lo dicho en las Escrituras. Pero la guerra fue preparada y debatida con mucha antelación, y hasta el último día habría sido fácil evitarla sin sacrificar ninguno de los intereses legítimos del pueblo alemán. Y las atrocidades fueron perpetradas durante la guerra no bajo la influencia de una pasión desenfrenada o de una ira guerrera o un resentimiento vengador, sino como resultado de fríos cálculos, de métodos perfectamente conscientes, de una doctrina preexistente.

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El plan verdaderamente diabólico de Hitler y de sus compañeros, fue reunir en un bloque de dogmas formado alrededor del concepto de la raza todos los instintos de la barbarie reprimidos por siglos de civilizacion pero siempre presentes en el interior del alma humana, todas las negaciones de los valores tradicionales de la Humanidad, sin los que las naciones, así como los individuos, hacen preguntas a su conciencia en las difíciles horas de su desarrollo y de su vida; construir y propagar una doctrina que organiza, regula y aspira a dirigir el crimen.

El plan diabólico de Hitler y de sus compañeros fue también llamar a las fuerzas del mal para establecer su dominio sobre el pueblo alemán, para después establecer el dominio de Alemania sobre Europa y quizás sobre el mundo. Planeaba incorporar el crimen organizado a un sistema de gobierno, a un sistema de relaciones internacionales y a un sistema bélico liberando dentro de toda una nación las pasiones más salvajes.

El nacionalismo y servir a su pueblo y a su país serán quizás las explicaciones que darán; lejos de ser una excusa, si fuera posible una excusa en vista de la enormidad de sus crímenes, estas explicaciones los harían aún más graves. Han profanado la idea sagrada de la Madre Patria vinculándola a una vuelta consciente a la barbarie.

En su nombre obtuvieron, a medias por la fuerza, a medias por persuasión, la adhesión de todo un país, anteriormente entre los más grandes en el orden de los valores espirituales, y lo han hundido al nivel más bajo. La confusión moral, las dificultades económicas, la obsesión con la derrota de 1918, y con la pérdida de poder y la tradición pangermánica son la base del imperio de Hitler y sus compañeros creado sobre un pueblo al que habían desequilibrado; abandonarse a la fuerza, renunciar a las preocupaciones morales, satisfacer un amor por la colectividad, disfrutar de la ausencia de límites, son las tentaciones naturales fuertemente implantadas en los alemanes que los líderes nazis explotaron con cinismo. La embriaguez producida por el éxito y la locura de la grandeza completaron el cuadro, y pusieron prácticamente a todos los alemanes, a algunos sin duda inconscientemente, al servicio de la doctrina nacionalsocialista asociándolos al plan diabólico de su Führer y sus compañeros.

Oponiéndose a estos planes, se alzaron hombres de varios países y diferentes clases sociales, todos ellos animados por el vínculo común de su espíritu humano. Francia y Gran Bretaña entraron en guerra sólo para ser fieles a su palabra. Los pueblos de los países ocupados, torturados en cuerpo y alma, nunca renunciaron a su libertad ni a sus valores culturales, y fue una magnífica historia épica de oposición clandestina y resistencia que, a través de un heroísmo espléndido, atestigua el rechazo espontáneo de la población a aceptar los mitos nazis. Millones y millones de hombres de la Unión Soviética cayeron defendiendo no sólo el territorio y la independencia de su país, sino también su universalismo humanitario. Los millones de soldados británicos y americanos que desembarcaron en nuestro infeliz continente llevaban en sus corazones el ideal de liberar de la opresión nazi tanto a los países ocupados y a los pueblos que voluntariamente o por la fuerza se habían convertido en satélites del Eje, como al pueblo alemán.

Todos ellos eran, con uniforme o sin él, combatientes por la gran esperanza que a lo largo de los siglos ha sido alimentada por el sufrimiento de los pueblos, la gran esperanza de un futuro mejor para la Humanidad.

A veces esta gran esperanza se expresa con dificultad, o se pierde en el camino, o se engaña a sí misma, o descubre la terrorífica vuelta a la barbarie, pero siempre persiste, y finalmente se convierte en la poderosa palanca que logra el progreso de la Humanidad a pesar de todo. Estas aspiraciones siempre renacidas, estas preocupaciones constantemente despertadas, esta angustia siempre presente, este combate perpetuo contra el mal, dan forma de una manera definitiva a la grandeza sublime del hombre. Hace muy poco tiempo, el nacionalsocialismo puso en peligro todo esto.

Después de esta lucha gigantesca en la que dos ideólogos, dos conceptos de la vida se enfrentaron, en noombre del pueblo al que representamos aquí, y en nombre

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de la gran esperanza humana por la que tanto han sufrido, tanto han luchado, podemos sin miedo y con la conciencia tranquila presentarnos como acusadores de los líderes de la Alemania nazi.

Como dijo el Sr. Juez Jackson tan elocuentemente en la apertura de este juicio: "La civilización no sobreviviría si se cometieran estos crímenes de nuevo", y añadió: "El verdadero demandante ante este Tribunal es la civilización".

La civilización les pide, después de esta barbarie desatada, un veredicto que será también en cierta forma un aviso supremo en el momento en el que la Humanidad parece aún a veces que entra en el camino de la organización de la paz con aprensión y dudas.

Si deseamos que tras el cataclismo de la guerra los sufrimientos de los países martirizados, los sacrificios de las naciones victoriosas, y también la expiación de los culpables engendre una nueva humanidad, la justicia debe caer sobre los culpables de este plan de barbarie del que acabamos de escapar. El triunfo de la justicia es la expresión más exacta de la gran esperanza humana. Su decisión puede ser un paso decisivo en este difícil objetivo.

Sin duda incluso hoy esta justicia y este castigo son posibles sólo porque, como primera condición, los pueblos libres fueron los vencedores del conflicto. Este es el vínculo entre la fuerza de los vencedores y la culpabilidad de los líderes vencidos que comparecen ante su Alto Tribunal.

Pero este vínculo no es nada más que la revelación de algo sabido por las naciones, que la justicia, para imponerse con efectividad y constantemente sobre los individuos y sobre las naciones, ha de poder disponer del uso de la fuerza. La voluntad común de utilizar la fuerza al servicio de la justicia inspira a nuestras naciones y dirige toda nuestra civilización.

Esta resolución se confirma brillantemente hoy en un caso judicial donde los hechos son examinados escrupulosamente en todos sus aspectos, con el carácter penal del delito rigurosamente demostrado, la competencia del Tribunal incontestable, los derechos de los acusados intactos, y el escrutinio público total garantizado.

Su veredicto, pronunciado bajo estas condiciones, puede servir como base para la elevación espiritual del pueblo alemán, una primera etapa en su integración en la comunidad de los países libres. Sin su veredicto, la Historia podría correr el riesgo de repetirse, el crimen sería épico, y el plan nacionalsocialista la última tragedia wagneriana; y nuevos pangermanistas pronto le dirían a los alemanes: "Hitler y sus compañeros erraron porque al final fracasaron, pero algún día tendremos que comenzar de nuevo sobre otras bases la aventura extraordinaria del germanismo".

Después de su veredicto, con que sepamos cómo iluminar a este pueblo y vigilar sus primeros pasos en el camino hacia la libertad, el nacionalsocialismo quedará inscrito permanentemente en su Historia como el crimen supremo que sólo podía llevar a la perdición material y moral, como la doctrina que debían para siempre evitar con horror y desdén para permanecer fieles, o mejor dicho volver a ser fieles, a las grandes normas de la civilización común.

El eminente jurista internacional y noble europeo Politis, en su libro póstumo titulado "Ética Internacional", nos recuerda que, al igual que todas las reglas éticas, las que deberían gobernar las relaciones internacionales nunca quedarán definitivamente fijadas a no ser que los pueblos logren convencerse de que definitivamente se saca un mayor provecho respetándolas que transgrediéndolas. Es por eso por lo que su sentencia puede contribuir a la educación del pueblo alemán y de todos los pueblos.

Su decisión debe inscribirse como un acto decisivo en la Historia de la Ley Internacional para preparar el establecimiento de una verdadera sociedad internacional que excluya el recurso a la guerra y que ponga a la fuerza permanentemente al servicio de la justicia de las naciones; será una de las bases de este orden pacífico al que las naciones aspiran tras este horrendo tormento. La necesidad de

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justicia de los pueblos martirizados se verá satifecha, y sus sufrimientos no habrán sido inútiles para el progreso de la Humanidad.

EL PRESIDENTE: Sr. de Menthon, ¿prefiere continuar presentando el caso de Francia esta tarde, o que se levante la sesión?

Sr. DE MENTHON: Haremos lo que indique el Tribunal.

EL PRESIDENTE: Bien, si es así, creo que mejor continuaremos hasta las 5.

Sr. DE MENTHON: Quizás sea mejor levantar la sesión, porque el informe que el Sr. Faure va a presentar durará al menos una hora. Quizás sea mejor levantar la sesión hasta mañana por la mañana. Pero estamos a disposición del Tribunal.

EL PRESIDENTE: Cuando dice que las pruebas que se presentarán ahora llevarán una hora, ¿se refiere a que es una declaración introductoria, o es una parte del caso principal que está presentando usted?

Sr. DE MENTHON: Señoría, es parte del caso general.

EL PRESIDENTE: ¿No sería posible entonces continuar hasta las 5?

Sr. DE MENTHON: Sí, es posible.

EL PRESIDENTE: Preferiríamos continuar hasta las 5.

Sr. DE MENTHON: Muy bien, de acuerdo.


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