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Juicio a los Principales Criminales de Guerra Alemanes

En Nuremberg, Alemania
Del 7 de enero al 19 de enero de 1946

Trigésimo Sexto Día: Jueves, 17 de enero de 1946
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La Alemania Nacionalsocialista, mientras explotaba al máximo para el esfuerzo de guerra tanto a prisioneros de guerra como a trabajadores de los territorios ocupados, contra todas las convenciones internacionales, estaba al mismo tiempo haciéndose por todos los medios posibles con la riqueza de estos países. Las autoridades alemanas se dedicaron al pillaje sistemático de estos países. Por pillaje económico entendemos tanto el llevarse bienes de todo tipo como la explotación en el lugar de origen de los recursos nacionales en beneficio de la guerra de Alemania.

Este pillaje se organizó metódicamente.

Los alemanes comenzaron asegurándose de que tenían en su poder en todos los países los medios necesarios para pagar. Así, se aseguraban el

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poder hacerse con la riqueza que codiciaban con una apariencia de legalidad. Tras congelar el poder adquisitivo existente, exigieron enormes pagos como indemnización por el mantenimiento de las tropas de ocupación.

Habría que recordar que de acuerdo con los términos de la Convención de La Haya, los países ocupados pueden verse obligados a asumir la carga de los gastos causados por el mantenimiento de un ejército de ocupación. Pero las cantidades que fueron recaudadas por este concepto por los alemanes estaban muy remotamente relacionadas con los costes reales de la ocupación.

Además, forzaron a los países ocupados a aceptar un sistema de compensaciones que operaba casi enteramente para el beneficio exclusivo de Alemania. Las importaciones de Alemania eran prácticamente inexistentes; los bienes exportados a Alemania por los países ocupados no estaban sujetos a ninguna regulación.

Para mantener para la balanza de pagos así creados un poder adquisitivo considerable, los alemanes trataron en todas partes de conseguir la estabilización de los precios e impusieron un severo sistema de racionamiento. Este sistema de racionamiento, que dejó a la población con bienes de calidad inferior que eran menos que el mínimo indispensable para su existencia, logró la ventaja adicional de preservar para beneficio de los alemanes la mayor parte posible de la producción.

Así, los alemanes se hicieron con una parte considerable de las existencias y de la producción, como resultado de operaciones que tenían la apariencia de legalidad (requisas, compras hechas con cupones de prioridad alemanes, compras individuales). Estas transacciones se completaron con otras operaciones de carácter clandestino, que se llevaron a cabo quebrantando las normas oficiales impuestas frecuentemente por los propios alemanes. Así, los alemanes habían creado toda una organización para compras en el mercado negro. Por ejemplo, se puede leer en un informe del Ministro de Exteriores alemán del 4 de septiembre de 1942 que el acusado Goering había ordenado que las compras en el mercado negro se debían ampliar a partir de entonces a bienes que hasta ese momento no se habían incluido, como artículos de hogar, y recomendó además que se debían recolectar todos los bienes que pudieran ser útiles para Alemania, incluso si como resultado de esto aparecían ciertos signos de inflación en los países ocupados.

Mientras transportaban a Alemania la máxima cantidad de bienes de todo tipo, tras requisarlos sin pagarlos, o pagando con dinero que habían obtenido irregularmente con una simple entrada en la cuenta de resultados, los líderes nazis estaban además tratando de imponer la vuelta a la actividad en la industria en beneficio de la guerra de Alemania.

Los industriales alemanes habían recibido instrucciones ordenándoles dividirse entre ellos las empresas de las áreas ocupadas que se dedicaban a actividades similares a las suyas. Al llevar a cabo estas órdenes, se exigía a estos industriales que pusieran esas industrias de los países ocupados firmemente bajo su control por medio de diferentes tipos de combinaciones financieras.

La apariencia de legalidad monetaria o legalidad contractual no podía de ninguna manera ocultar el hecho de que el saqueo económico fue organizado sistemáticamente en contra de lo estipulado en la Convención Internacional de La Haya. Si, de acuerdo con las normas de esta Convención, Alemania tenía derecho a expropiar todo aquello que fuera indispensable para el mantenimiento de las tropas necesarias para la ocupación, todas las expropiaciones que excedieran estas necesidades son sin duda un Crimen de Guerra que provocó la ruina económica de los países ocupados, un amplio debilitamiento de su potencial económico y de sus medios de subsistencia, y la malnutrición general de la población. No se pueden formular en este momento estimaciones exactas de las transacciones alemanas en el campo económico. Sería necesario para ello estudiar con detalle las actividades de varios países durante un periodo de más de cuatro años.

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Sin embargo, ha sido posible exponer con exactitud ciertos hechos y dar unas estimaciones mínimas de expolios alemanes con respecto a los diferentes países ocupados.

En Dinamarca, que fue el primer país de Europa Occidental que fue invadido, el valor de las confiscaciones alemanes se acerca a los 9.000,000.000 de coronas. En Noruega, el expolio alemán excede un valor total de 20.000,000.000 de coronas.

En Holanda, el pillaje alemán se llevó a cabo hasta tal punto que aunque Holanda es uno de los países más ricos del mundo en relación con su población, está hoy en día casi completamente arruinado, y las cargas financieras impuestas por el ocupante exceden los 20.000,000.000 de florines.

En Bélgica, a través de varios sistemas, sobre todo el sistema de indemnizaciones y compensaciones por la ocupación, los alemanes se hicieron con mucho más de 130.000,000.000 de francos belgas en pagos. El Gran Ducado de Luxemburgo también sufrió pérdidas importantes como resultado de la acción de la potencia ocupante.

Finalmente, en Francia, la recaudación de impuestos sobre medios de pago alcanzó un total de 745.000,000.000 de francos. No hemos incluido en esta suma los 74.000,000.000 de francos que representan la cifra máxima que Alemania podía demandar legalmente para el mantenimiento de su ejército de ocupación. (Además, la confiscación de 9.500,000.000 en oro se calculó de acuerdo con la tasa de 1939).

Además de los bienes obtenidos en los países ocupados con pagos conseguidos extorsionando a estos países, hubo enormes cantidades de bienes de todo tipo que pura y simplemente fueron confiscados sin ninguna indemnización, requisados sin explicaciones, o robados. Las autoridades ocupantes se llevaron no sólo todas las materias primas y bienes manufacturados que pudieran ser útiles para su esfuerzo de guerra, sino que además ampliaron sus confiscaciones a todo lo que pudiera ayudarles a conseguir un buen balance de crédito en países neutrales, como bienes muebles, joyas, artículos de lujo y objetos de toda clase. Finalmente, los tesoros artísticos de los países de Europa Occidental fueron igualmente saqueados de la forma más vergonzosa.

Las considerables sumas que Alemania logró obtener abusando de su poder, y en contra de todos los principios de la Ley Internacional, sin ofrecer ninguna compensación, le permitieron llevar a cabo con apariencia de legalidad el saqueo económico de Francia y del resto de países de Europa Occidental. La consecuencia para estos países desde el punto de vista económico es una pérdida de su fuerza que llevará mucho tiempo recuperar.

Pero las consecuencias más serias de estas prácticas afectaron a la población. Durante más de cuatro años los habitantes de los países ocupados se vieron expuestos a un régimen que provocaba una lenta inanición, lo que causó un incremento en la tasa de mortalidad, una ruptura de la resistencia física de la población y, por encima de todo, una deficiencia alarmante en el crecimiento de niños y adolescentes.

Dichas prácticas, perpetradas y consumadas sistemáticamente por los líderes alemanes quebrantando la Ley Internacional, y quebrantando específicamente la Convención de La Haya, y siendo además contrarias a los principios generales del código penal en vigor en todas las naciones civilizadas, son Crímenes de Guerra de los que deberán responder ante su Alto Tribunal.

(Se hizo un receso).

Sr. FRANCOIS DE MENTHON: Crímenes contra personas físicas: el encarcelamiento arbitrario, los maltratos, las deportaciones, los asesinatos perpetrados por los alemanes en los países ocupados alcanzaron proporciones más allá de lo que nadie puede imaginar incluso durante un conflicto mundial que adoptó las formas más odiosas.

Estos crímenes proceden directamente de la doctrina nazi y son evidencia del absoluto desprecio de los líderes nazis al individuo humano, de la abolición de todo sentido de justicia o incluso de piedad, de una supresión total de toda consideración humana por parte de la comunidad alemana.

Todos estos crímenes están vinculados a una política de terror. Una política de esta clase permite subyugar países ocupados sin requerir un gran despliegue de

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tropas, y someterlos a cualquier cosa que se les demande. Muchos de estos crímenes están además vinculados al deseo de exterminar.

Examinaremos sucesivamente ejecuciones de rehenes, crímenes policiales, deportaciones, crímenes cometidos contra prisioneros de guerra, actividades terroristas contra la Resistencia y la masacre de la población civil.

La ejecución de rehenes es en todos los países el primer acto de terrorismo perpetrado por las tropas de ocupación alemanas. A partir de 1940 el Mando Alemán, sobre todo en Francia, llevó a cabo numerosas ejecuciones en represalia por cualquier crimen cometido contra el Ejército Alemán.

Estas prácticas, contrarias al Artículo 50 de la Convención de La Haya, que prohibe los castigos colectivos, despiertan en cualquier parte un sentimiento de horror, y habitualmente producen un resultado contrario al deseado al fomentar la oposición de la población al ocupante.

Las autoridades de ocupación trataron entonces de legalizar esas prácticas criminales, tratando así de hacer que fueran reconocidas por la población como "el derecho de la potencia ocupante". Las autoridades militares alemanas promulgaron verdaderos "códigos para rehenes".

Después de la orden general dada por el acusado Keitel el 16 de septiembre de 1941, Stulpnagel publicó en Francia su ordenanza del 30 de septiembre de 1941. De acuerdo con los términos de esta ordenanza, todos los franceses detenidos por las autoridades alemanas por cualquier motivo serían considerados rehenes, así como todos los franceses bajo la custodia de las autoridades francesas en nombre de organizaciones alemanas. La ordenanza de Stulpnagel especifica:

"En el momento de enterrar los cuerpos, se debe evitar el entierro de un número más bien grande de personas en una fosa común de un cementerio en particular, ya que esto crearía un lugar de peregrinaje, que puede ahora o más adelante convertirse en un centro de fomento de la propaganda antialemana".
Se llevaron a cabo las más infames ejecuciones con la aplicación de esta ordenanza.

Después del asesinato de dos oficiales alemanes, uno en Nantes el 2 de octubre de 1941, y el otro en Burdeos pocos días después, las autoridades alemanas fusilaron a 27 rehenes en Chateaubriant y a 21 en Nantes.

El 15 de agosto de 1942 se fusiló a 96 rehenes en Mont-Valérien.

En septiember de 1942, tras un ataque a soldados alemanes en el cine Rex de París, se fusiló a 116 rehenes, tomándose 46 rehenes del depósito de rehenes de la Fortaleza de Romainville y 70 de Burdeos.

En represalia por el asesinato de un funcionario alemán del Frente de Trabajo, se fusiló a 50 rehenes en París a finales de septiembre de 1943.

Las amenazas de represalias contra las familias de los patriotas de la Resistencia están relacionadas con la misma odiosa política de rehenes. La Kommandantur (guarnición de Q) publicó el siguiente aviso en el "Pariser-Zeitung" el 16 de julio de 1942:

"Se fusilará a los parientes cercanos, cuñados y primos de sexo masculino y mayores de 18 años de los agitadores

Todos las mujeres de la familia en el mismo grado de relación serán condenadas a trabajos forzados.

Los hijos menores de 18 años de todas las personas antes mencionadas serán enviados a correccionales".

Las ejecuciones de rehenes continuaron en todas partes hasta la liberación, pero en el último periodo de tiempo, no eran más que otra característica adicional de los métodos del terrorismo alemán, entonces crecido hasta ser más demoledor.

Entre los crímenes contra personas de los que fueron víctimas las poblaciones civiles de los países ocupados del Oeste, los cometidos por las organizaciones policiales nazis son los más repulsivos.

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La intervención de la policía alemana, que, a pesar de ciertas apariencias, no pertenecía a los ejércitos de ocupación, es de por sí contraria a la Ley Internacional.

Sus crímenes, particularmente odiosos por el total desprecio a la dignidad humana que suponen, se multiplicaron durante cuatro años en todos los territorios occidentales ocupados por las fuerzas alemanas.

Es cierto que no se ha encontrado ninguna orden concreta, ninguna directiva detallada promulgada directamente por alguno de los acusados o por sus subordinados inmediatos, y válida para toda la policía alemana o para la policía de los territorios ocupados del Oeste. Pero estos crímenes fueron cometidos por una policía que era una expresión directa de la ideología nacionalsocialista y el instrumento innegable de la política nacionalsocialista de la que todos los acusados son total y enteramente responsables.

Ante el considerable número de actos, sus coincidencias, su simultaneidad, su generalización en tiempo y lugar, nadie podría negar que estos actos no sólo son responsabilidad individual de los que los cometieron aquí o allí, sino que son además la ejecución de órdenes dadas desde arriba.

Los arrestos tuvieron lugar sin ninguna de las garantías elementales reconocidas en todos los países civilizados. Con una simple denuncia sin verificar, sin investigación previa, y frecuentemente por cargos presentados por personas no cualificadas para presentarlos, hubo gran cantidad de arrestos arbitrarios en todos los países ocupados.

Durante el primer periodo de la ocupación los alemanes simularon respetuar escrupulosamente la "legalidad" en la cuestión de los arrestos. Esta legalidad era la introducida por el nazismo en el interior de Alemania y no respetaba ninguna de las garantías tradicionales de las que disfrutan los individuos en países civilizados. Pero rápidamente incluso esta pseudolegalidad fue abandonada y los arrestos se volvieron algo absolutamente arbitrario.

El trato peor se le dio a las personas arrestadas incluso antes de que se examinara la culpabilidad del acusado. El uso de la tortura en los interrogatorios era algo prácticamente generalizado. Las torturas habitualmente aplicadas eran golpes, azotes, encadenar a la persona durante varios días sin darle ni un momento de descanso para comer o cuidar su higiene, inmersión en agua helada, ahogar a la persona en una bañera, cargar el agua de la bañera con electricidad, aplicar electricidad en las partes más sensibles del cuerpo, quemaduras en ciertos lugares del cuerpo y arrancar uñas. Pero además los que aplicaban estas medidas tenían manos libres para desatar sus instintos de crueldad y sadismo contra sus víctimas. Todos esos hechos, que eran de dominio público en los países ocupados, nunca llevaron a las autoridades responsables a aplicar ningún castigo de ningún clase contra los autores. Parece incluso que la tortura era más severa cuando había un oficial presente.

Es innegable que las acciones de la policía alemana con los presos eran parte de un sistema criminal premeditado mucho tiempo atrás, ordenado por los jefes del régimen y ejecutado por los miembros más fieles de las organizaciones nacionalsocialistas.

Aparte del uso generalizado de la tortura con los prisioneros, la policía alemana perpetró un número considerable de asesinatos. Es imposible conocer las condiciones en las que muchos de estos asesinatos se perpetraron. Sin embargo, tenemos información suficiente como para permitirnos descubrir en ellos una nueva expresión de la política general de los nacionalsocialistas en los países ocupados. Con frecuencia las muertes eran simplemente el resultado de las torturas infligidas a los prisioneros, pero también con frecuencia el asesinato fue deseado y llevado a cabo deliberadamente .

El crimen que sin lugar a dudas será recordado como el más horrible entre los cometidos por los alemanes contra población civil de los países ocupados es la deportación e internamiento en los campos de concentración de Alemania.

Estas deportaciones tenían un doble objetivo: hacerse con mano de obra adicional para la maquinaria de guerra alemana, y eliminar y exterminar progresivamente

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en los países ocupados a los elementos más opuestos al germanismo. Sirvieron además para vaciar las prisiones, abarrotadas de patriotas, y hacerlos desaparecer para siempre.

Las deportaciones y los métodos empleados en los campos de concentración fueron una revelación increíble para el mundo civilizado. Pero también son sólo una consecuencia natural de la doctrina nacionalsocialista, según la cual un hombre por sí mismo no tiene ningún valor si no es útil para la raza alemana.

No es posible aún dar cifras exactas. Es probable que se haga una estimación a la baja si hablamos de 250.000 de Francia, 6.000 de Luxemburgo, 5.200 de Dinamarca, 5.400 de Noruega, 120.000 de Holanda y 37.000 de Bélgica.

Los arrestos se basaban o en un pretexto de carácter político o en un pretexto de carácter racial. Al principio fueron individuales; después adoptaron un carácter colectivo, en particular en Francia a partir de finales de 1941. A veces la deportación no tenía lugar hasta después de largos meses en prisión, pero lo más habitual era que el arresto se hiciera pensando en una deportación directa bajo el sistema de "custodia protectora". En todas partes, el encarcelamiento en el país de origen iba acompañado de brutalidad, frecuentemente por medio de torturas. Antes de ser enviados a Alemania, los deportados eran por lo general concentrados en un campo de tránsito. La formación de un convoy era habitualmente el primer paso del exterminio. Los deportados viajaban en vagones de ganado, entre 80 y 120 por vagón, sin importar la época del año. Había pocos convoyes en los que no hubiera ninguna muerte. En ciertos transportes, la proporción de muertes fue de más del 25 por ciento.


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