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Juicio a los Principales Criminales de Guerra Alemanes

En Nuremberg, Alemania
Del 7 de enero al 19 de enero de 1946

Trigésimo Sexto Día: Jueves, 17 de enero de 1946
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Volvemos a las ideas más primitivas de la tribu salvaje. Todos los valores de la civilización acumulados durante los siglos son rechazados, todas las ideas tradicionales de moralidad, justicia y ley ceden el camino a la primacía de la raza, sus instintos, sus necesidades e intereses. El individuo, su libertad, sus derechos y aspiraciones ya no tienen una existencia real por sí mismos.

En este concepto de la raza es fácil ver el espacio que separa a los miembros de la comunidad alemana de otros hombres. La diversidad de las razas se vuelve irreducible, y también irreducible la jerarquía que separa a las razas superiores

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de las inferiores. El régimen de Hitler ha creado un verdadero abismo entre la nación alemana, la única guardiana del tesoro racial, y otras naciones.

Entre la comunidad germánica y la población degenerada de una variedad inferior de hombre deja de haber una medida común. Se rechaza la hermandad humana, incluso más que todos los demás valores morales tradicionales.

¿Cómo se puede explicar de qué forma Alemania, fertilizada durante los siglos por la Antigüedad Clásica y el Cristianismo, por los ideales de libertad, igualdad y justicia, por la herencia común del humanismo occidental al que aportó tan nobles y preciosas contribuciones, pudo llegar a este asombroso retorno al barbarismo primitivo?

Para entenderlo y tratar de erradicar para siempre de la Alemania de mañana el mal por el que toda nuestra civilización estuvo tan cerca de perecer, se debe recordar que el nacionalsocialismo tiene orígenes profundos y remotos.

El misticismo de la comunidad racial nació de las crisis espirituales y morales por las que pasó Alemania en el siglo diecinueve, y que estallaron abruptamente de nuevo en su estructura económica y social a través de una industrialización particularmente rápida. El nacionalsocialismo es, en realidad, una de las cumbres de la crisis moral y espiritual de la Humanidad moderna, convulsa por la industrialización y el progreso técnico. Alemania experimentó esta metamorfosis de la vida económica y social no sólo con una brutalidad extraordinaria, sino además en un tiempo en el que no poseía aún el equilibrio político y la unidad cultural que habían logrado los demás países de Europa Occidental.

Al debilitarse la vida interior y espiritual, una incerteza cruel comenzó a dominar el espíritu, una incerteza definida admirablemente por el término "Ratlosigkeit", que no se puede traducir al francés, pero que equivale a nuestro dicho: "Uno ya no sabe en qué santo creer". Esta es la crueldad espiritual del siglo diecinueve que tantos alemanes han descrito con un trágico poder evocativo. Se abre un vacío ante el alma humana, desorientada por la búsqueda de nuevos valores.

Las ciencias naturales y las ciencias de la mente hacen nacer el relativismo absoluto, y un profundo escepticismo hacia la perdurabilidad de los valores de los que se ha alimentado durante siglos el humanismo occidental. Prevalece un Darwinismo vulgar, que desconcierta y ofusca la mente. Los alemanes pasan a ver los grupos y razas humanas como núcleos aislados en perpetua lucha unos con otros.

El espíritu alemán condena el humanismo en nombre de la decadencia; ve en los valores del humanismo y en los elementos que se derivan de ellos sólo "enfermedades", que atribuye a un exceso de intelectualismo y de abstracción de todo, limitando las pasiones humanas al someterlas a normas comunes. A partir de este punto, se deja de ver la Antigüedad Clásica desde sus aspectos de razón ordenada o de belleza radiante. En ella se pasa a ver solamente civilizaciones violentamente enamoradas de la lucha y la rivalidad, vinculadas especialmente a Alemania a través de su denominado origen germánico.

Se condena el judaísmo sacerdotal y el cristianismo en todas sus formas como religiones de honor y hermandad, calculadas para matar las virtudes de la fuerza brutal en el hombre.

Se alza la voz contra el idealismo democrático de la era moderna, y también contra todos los internacionalistas.

La filosofía de Nietzche ejerció una gran influencia sobre un pueblo en este estado de crisis espiritual y de negación de los valores tradicionales. Al tomar la voluntad de poder como punto de partida, Nietzche no predicó la inhumanidad, sino la superhumanidad. Si no hay una causa final en el Universo, el hombre -cuyo cuerpo es materia que siente y piensa- puede moldear el mundo según sus deseos, escogiendo como guía una biología combativa. Si el fin supremo de la Humanidad es un sentimiento de plenitud y victoria que es tanto

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material como espiritual, todo lo que queda por hacer es garantizar la selección de especímenes físicos que serán la nueva aristocracia de amos.

Para Nietzsche, la revolución industrial implica necesariamente el gobierno de las masas, la automatización y darle forma a las multitudes trabajadoras. El Estado sólo puede apoyarse en una elite de personalidades vigorosas que, siguiendo los métodos tan admirablemente definidos por Maquiavelo, que respetan las leyes de la vida, gobernarán a los hombres por medio de la fuerza y de las artimañanas simultáneamente, ya que los hombres son, y siempre serán, perversos y malintencionados.

Vemos surgir la barbarie moderna. Superior por su inteligencia y su voluntariosa energía, libre de toda ética convencional, puede hacer que las masas sean obedientes y leales haciéndoles creer en la dignidad y belleza del trabajo y proporcionándoles ese mediocre bienestar con el que se contentan tan fácilmente. Así se manifestará una fuerza idéntica tanto en los líderes a través de la armonía entre sus pasiones elementales y la lucidez de su razón organizadora, como en las masas, cuyos instintos oscuros y violentos se verán equilibrados por una actividad razonada impuesta con una disciplina implacable.

Sin duda, la filosofía de Nietzche no se puede identificar con la brutal simplicidad del nacionalsocialismo. Sin embargo, el nacionalsocialismo solía glorificar a Nietzche como uno de sus antecesores, y con justicia, ya que fue el primero en formular de una manera coherente una crítica a los valores tradicionales del humanismo, y también porque sus ideas sobre el gobierno de las masas por amos que no conocen ningún límite es un anticipo del régimen nazi. Además, Nietzche creía en la raza maestra y atribuía la primacía a Alemania, a la que consideraba dotada de un alma juvenil y recursos insaciables.

El mito de comunidad que había surgido de las profundidades del alma alemana, desequilibrado por las crisis morales y espirituales sufridas por la humanidad moderna, se alió con las tesis tradicionales del pangermanismo. Los "Discursos para la Nación Alemana" de Fichte, exaltando la germanidad, ya habían revelado una de las ideas principales del pangermanismo, que Alemania ve y organiza el mundo como se debería ver y organizar.

La apología de la guerra es también antigua. Se retrotrae a Fichte y Hegel, que habían afirmado que la guerra, a través de su clasificación de los pueblos, sirve como justicia entre las naciones. En su "Grundlinien der Philosophie des Rechtes", Hegel dice:

"La salud moral de las naciones se mantiene gracias a la guerra, al igual que la brisa evita que el mar se estanque".
La teoría del espacio vital aparece al principio del siglo diecinueve. Es una bien conocida demostración geográfica e histórica que personas como Ratzel, Arthur Dix y Lamprecht asumieron posteriormente, comparando conflictos entre pueblos con una lucha salvaje entre conceptos y formas de entender el espacio, y declarando que toda la Historia se mueve hacia la hegemonía alemana.

El totalitarismo estatal también tiene raíces profundas en Alemania. Hegel deseaba la absorción de los individuos por parte del Estado, escribiendo: "Los individuos desaparecen en presencia de la sustancia universal (la idea de Pueblo o Estado) y esta sustancia da forma a los individuos con sus propios fines".

Por tanto, el nacionalsocialismpo apareció en la Alemania actual no como una formación espontánea fruto de las consecuencias de la derrota de 1918, ni como una mera invención de un grupo de hombres decididos a hacerse con el poder. El nacionalsocialismo es el resultado final de una larga evolución de doctrinas; la explotación por parte de un grupo de hombres de uno de los aspectos más profundos y más trágicos del alma alemana. Pero el crimen cometido por Hitler y sus compañeros será precisamente el de liberar y explotar hasta el extremo la fuerza latente de la barbarie del pueblo alemán que tenía ante sí.

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El régimen dictatorial instituido por Hitler y sus compañeros lleva a todos los alemanes la "vida de soldado", es decir, un sistema de vida totalmente diferente del sistema del Occidente burgués y del sistema del Este proletario. Era una movilización permanente y completa de las energías individuales y colectivas. Esta militarización integral presuponía una uniformidad completa en el pensamiento y las acciones. Es una militarización conforme con la tradición prusiana de disciplina.

La propaganda inculca a las masas fe, impulsos, y una sed de grandeza de la comunidad. Las masas que aceptan esta propaganda encuentran un derivado artifical de su angustia moral y sus carencias materiales en teorías sobre la raza y en exaltaciones místicas celebradas en común. Las almas que ayer estaban heridas y yacían exánimes se encuentran de nuevo unidas en un molde común.

El sistema educativo nazi moldea a las nuevas generaciones para eliminar cualquier traza de enseñanzas morales tradicionales, reeemplazándolas con el culto a la raza y a la fuerza.

El mito racial tiende a convertirse en una religión nacional real. Muchos escritores sueñan con reemplazar la dualidad de confesiones religiosas con un dogma mundial de origen alemán que vendría a ser la religión de la raza alemana como raza.

En mitad del siglo veinte Alemania retrocede, por voluntad propia, a la barbarie primitiva de la Alemania antigua, dejando atrás el cristianismo y la civilización. Rompe deliberadamente con todos los conceptos universales de las naciones modernas. La doctrina nacionalsocialista, que elevó la inhumanidad al nivel de un principio es, de hecho, una doctrina de desintegración de la sociedad moderna.

Esta doctrina llevó necesariamente a Alemania a una guerra de agresión y al uso sistemático del crimen en la ejecución de esa guerra.

La primacía absoluta de la raza alemana, la negación de toda Ley Internacional, el culto a la fuerza, la exacerbación del misticismo comunitario, hicieron a Alemania considerar el recurrir a la guerra en interés de la raza alemana como algo lógico y justificado.

Esta raza tendría el derecho incontestable a crecer a expensas de naciones consideradas decadentes. Alemania está a punto de llevar a cabo de nuevo, en mitad del siglo veinte, las grandes invasiones de los bárbaros. Además, de una forma natural y lógica, llevará a cabo su guerra de una forma bárbara, no sólo porque la ética nacionalsocialista no presta atención al medio escogido, sino también porque la guerra debe ser total en sus medios y sus fines.

Así, cuando analizamos un crimen, ya sea contra la Paz o un Crimen de Guerra, no nos enfrentamos a un crimen accidental u ocasional que los hechos podrían explicar, aunque sin justificarlo. Nos vemos en realidad enfrentados a crímenes sistemáticos, derivados directa y necesariamente de una doctrina monstruosa puesta en práctica con intenciones deliberadas por los amos de la Alemania Nazi.

La preparación de Crímenes contra la Paz surge de inmediato y directamente de las doctrinas nacionalsocialistas. Ya en febrero de 1920, en el primer programa del Partido Nacionalsocialista, Adolf Hitler había descrito la base de la futura política exterior alemana. Pero fue en 1924, en la prisión de Landsberg, escribiendo "Mein Kampf", donde desarrolló más detalladamente sus puntos de vista.

Según "Mein Kampf", la política exterior del Reich debe tener como primer objetivo devolver a Alemania "su independencia y su soberanía efectiva", una clara alusión a los artículos del Tratado de Versalles relativos al desarme y la desmilitarización de Renania. Posteriormente trataría de reconquistar los territorios "perdidos" en 1919, y quince años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial se plantea ya la cuestión de Alsacia y Lorena. Esta política también debería tratar de ampliar el territorio alemán en Europa, siendo las fronteras de 1914 "insuficientes", y sería indispensable

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ampliarlas para incluir a "todos los alemanes" en el Reich, comenzando por los alemanes de Austria.

Tras haber reconstituido la Gran Alemania, el nacionalsocialismo hará todo lo necesario "para garantizar los medios de subsistencia" en este planeta a la raza que forma el Estado, por medio del establecimiento de una "relación saludable" entre el tamaño de la población y la extensión del territorio. Por "relación saludable" se entiende una situación en la que la subsistencia del pueblo se garantizará con los recursos de su propio territorio. "Un espacio vital suficiente en esta tierra bastará para garantizar a un pueblo su libertad de existencia".

Pero eso es sólo un paso. "Cuando un pueblo ve su subsistencia garantizada por la extensión de su territorio, es de todas formas necesario garantizar la seguridad de ese territorio", ya que el poder de un Estado "procede directamente del valor militar de su situación geográfica".

Hitler añade que esos fines no se pueden conseguir sin la guerra. Será imposible restablecer las fronteras de 1914 "sin derramamiento de sangre". Y sería aún más imposible adquirir espacio vital si uno no se preparara para un "choque de armas".

"Es en Europa Oriental, a expensas de Rusia y los países vecinos, donde Alemania debe buscar nuevos territorios. Detenemos la eterna marcha de los alemanes hacia el sur y el oeste de Europa, y ponemos nuestros ojos en el Este".
Pero antes que nada, declara Hitler, es necesario aplastar la tendencia de Francia hacia la hegemonía y llegar a una "solución final" con su "enemigo mortal". "La aniquilación de Francia permitirá a Alemania hacerse posteriormente con territorios en el Este". El "ajuste de cuentas" en el oeste es sólo un preludio. "Se puede explicar sólo como la protección de nuestras defensas de la retaguardia para poder ampliar nuestro espacio vital en Europa".

Además, Alemania tendrá que prevenir la existencia cerca de su territorio de una "potencia militar" que pueda convertirse en rival suya, y oponerse "por todos los medios" a la formación de un Estado que pueda adquirir fuerza suficiente para hacerlo, y si existe ya ese Estado, "destruirlo" es no sólo un derecho de los alemanes, sino también su deber. "Nunca permitan", recomienda Hitler a sus compatriotas, en un fragmento que denomina su testamento político, "la formación en Europa de dos potencias continentales. En todo intento de crear una segunda potencia militar junto a las fronteras de Alemania -incluso aunque fueran en la forma de un Estado que pudiera quizás hacerse con ese poder- deben ver un ataque a Alemania".

Guerra para reconquistar los territorios perdidos en 1919, guerra para aniquilar el poder de Francia, guerra para adquirir espacio vital en Europa Oriental, guerra, finalmente, contra cualquier Estado que fuera o pudiera ser un contrapeso a la hegemonía del Reich, ese es el plan de "Mein Kampf".

De esta forma, desde el nacimiento del nacionalsocialismo, no rehuye de ninguna forma la certeza de que la aplicación de sus doctrinas llevaría a la guerra.

De hecho, desde el momento de su llegada al poder, Hitler y sus compañeros se dedicaron a los preparativos militares y diplomáticos de las guerras de agresión que habían decidido llevar a cabo.

Es cierto que incluso antes de la llegada al poder de los nacionalsocialistas Alemania ya había demostrado que estaba decidida a reconstruir sus fuerzas armadas, en especial en 1932 cuando, en la Conferencia de Desarme, demandó "igualdad de derechos" en el armamento; y ya había quebrantado en secreto los artículos del Tratado de Versalles sobre desarme. Pero después de la llegada de Hitler al poder, el rearme alemán se iba a llevar a cabo a un ritmo enormemente diferente.

El 14 de octubre de 1933 el Reich abandonó la Conferencia de Desarme e hizo saber cinco días después su decisión de abandonar la Liga de Naciones, bajo el pretexto de que no se garantizaba la igualdad de derechos en la cuestión del armamento. Francia había sin embargo expresado su disposición a aceptar

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la igualdad de derechos si Alemania consentía primero que se estableciera un control internacional que permitiera determinar el nivel del armamento existente. Alemania, muy obviamente, no quería aceptar esta condición, ya que un control internacional habría revelado la amplitud del rearme llevado a cabo en secreto por el Reich quebrantando tratados. De hecho, en una reunión del Gabinete que tuvo lugar el 13 de octubre de 1933, y de la que se han hallado las actas, Hitler había declarado que deseaba "torpedear" la Conferencia de Desarme. Con estas condiciones, no es sorprendente que los intentos de retomar las negociaciones con Alemania tras su retirada terminaran fracasando.

Cuando 18 meses después el Gobierno de Hitler decidió restablecer el servicio militar obligatorio, y crear inmediatamente un ejército que en tiempo de paz comprendería 36 divisiones, así como crear una fuerza aérea militar, lo hizo quebrantando compromisos que Alemania había adquirido por el Tratado de Versalles. Sin embargo, el 3 de febrero de 1935, Francia y Gran Bretaña sugirieron al Reich que volviera a ocupar su lugar en la Liga de Naciones y preparara una convención general de desarme que reemplazara los artículos militares del Tratado. En el momento en el que Hitler estaba a punto de obtener, por medio de la libre negociación, la abolición de la "carga unilateral" que, como dijo, suponía el Tratado de Versalles para Alemania, prefirió huir de cualquier limitación voluntaria y de cualquier control del armamento por medio de un quebrantamiento deliberado de un tratado.


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